viernes, 23 de diciembre de 2011

Juan y Lu. ¿Y mamá?

En la última visita a Liliana Gonzalez -mi pediatra- me hizo notar cuanto han avanzado mis hijos en su individualización. Durante la hora de consulta, cada uno estuvo dedicado a su actividad sin estar pendiente de lo que hacía su hermano ni jugar a lo que yo consideraba como la recreación de sus juegos intrauterinos tan frecuentes en sus primeros meses luego del nacimiento. 

Durante algunos minutos mis hijos se abrazaban, se trepaban alternadamente uno se subía encima del otro, mientras reían a carcajadas pareciendo remitir a un viejo juego. Yo disfrutaba ese espectáculo, pensando que mostraba algo de esa larga convivencia en la panza que sólo ellos conocieron y que sentí a fuerza de patadas fantaseando sobre qué pasaría ahí adentro. Durante ocho meses, imaginé como se habrían descubierto, cómo se ubicaban mutuamente en busca de comodidad y hasta cómo jugaban con un otro desde el inicio de su vida. Fue tal su cercanía que dejó huellas en su conformación que Juan nació con su cabeza aplastada de tanto amalgamarse en el torso de su hermana y Lu más pequeña por cederle lugar.

Me conmueve pensar que el latido del corazón de su hermano fue el sonido más fuerte que los acompañó y que mi propio latido se debe haber escuchado como un eco lejano. Mis bebés se conocen el uno al otro antes que a mí, distinto de lo que sucede en una díada madre e hijo no múltiple. Tener un hermano para Juan y Lu, es una certeza que nunca han debido construir porque para ellos es una obviedad casi biológica. 

Durante el embarazo, cuando les hablaba muchas veces pensaba ¿No les estaré interrumpiendo?. Y aún hoy que los juegos se han ido modificando me encanta observarlos desde lejos... No se como conversan pero entre balbuceo y balbuceo los he visto reírse al unísono. 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Límites ¿Absolutos?


Muchas veces se me presenta el dilema sobre qué hacer si su abuela les invita chocolate a mis hijos, o su papá les convida coca cola. ¿Si les permito ver televisión por la cómo podré volver a imponer el ritmo de una sola hora por la tarde? ¿Si un día de calor dejo que juegan con la manguera siempre querrán hacerlo? Si una vez los invito a jugar bajo la lluvia para que la descubran como entenderán después que no pueden hacerlo siempre?  Entonces lo que me devela sobre los límites son las excepciones, pero lo que más me preocupa es mi sensación que estaba siendo arbitraria y poco claro en la crianza.

Ahora en cambio me gusta pensar y trasmitirles a mis hijos que además, existen algunas cuestiones que a veces se pueden hacer algunas cosas y otras no, a veces podemos jugar con agua, a veces podemos andar sin ropa, a veces podemos salir de la rutina.

No se puede hacer lo mismo en todos los lugares y en todo momento, pero con un rutina consistente y pautas claras, a veces también podemos ser flexibles. De otro modo: ¿Cómo podría privarlos de descubrir la lluvia?. Hacia calor y esta lluvia merecía ser vivida así....

lunes, 19 de diciembre de 2011

Separar, sin el sentido de penitencia

Juan siempre quiere aquello que tiene Lu y ella muchas veces se lo da sin angustiarse, algunas simplemente deja lo que tiene en su mano cuando ve que viene a sacárselo y otras llora con impotencia haciéndole saber de su bronca de todas las formas que puede.

En la mayoría de las veces trato de no intervenir y si lo hago es explicándole a Juan que a Lu no le gusta que le saquen las cosas. Si bien siento la injusticia adentro mío por Lu, trato de no etiquetar a él ni impedirle a ella que desarrolle sus propias estrategias de defensa. Pero claro, Lu más chiquita físicamente, muchas veces no puede enfrentarlo aunque si la he visto correr escapando a la vez que se ríe con sensación victoriosa.

Muchas veces veo que Lu parece más chinchuda que su hermano y creo que en parte puede deberse a su impotencia. No debe ser agradable que cada vez que elegís un juguete para explorar o estás tomando tranquilamente la mamadera venga una mano que lo arranque ni tampoco que te despierten de tus siesta bombardeada por osos o almohadas. ¡Eso puede poner de mal humor a cualquiera!

Cuando veo que la situación se torna incontrolable, pongo a uno de los dos en el corral, pero no con sentido de penitencia sino con sentido de respeto. Entiendo que a Lu, no le guste que le saquen todo y le doy su espacio para poder disfrutar de sus elecciones a su ritmo y sin que nadie la aceche. También me parece una instancia de respeto para Juan porque en ese momento la baranda ejecuta un límite  externo a la vez que consistente. Quizás en el futuro, pueda comprender que si su hermana tiene un objeto es una baranda simbólica similar a la que rodea el corralito que no se puede atravesar.

Me encantan también que aprendan a conectarse con la necesidad de recluirse cuando no pueden manejar sus impulsos. A mi también me pasa que cuando estoy rodeada durante mucho tiempo de gente necesito minutos para bajar decibeles y conectarme por eso sospecho que puede pasarles lo mismo.

Me da mucha alegría cuando Lu puede terminar de tomar su mamadera tranquila en su corral sin que nadie la moleste, ni siguiera por amor. Sé que sabe que cuando quiera salir, yo estaré lista para sacarla. Y Juan parece no sentirse mal, simplemente descubre su propia capacidad de identificar objetos de observación y descubrimiento.

sábado, 17 de diciembre de 2011

¿Los berrinches son para mi?


Lu ha comenzado con los berrinches y cuando no consigue lo que quiere, se tira al piso, se arquea, gira y llora con un desgarro como si le estuviera negando la vida. Juan anda por el mismo camino y los escasos No que recibe parece ser la mayor ofensa del mundo.

Mis amados Juan y Lu de año y medio están decididos a hacerme saber que están dejando de ser bebés y tal como les invité están disfrutando de su autonomía y libertad. Menos mal que alguna vez leí que los berrinches son parte del proceso de individualización y consolidación de su propio YO, porque de otro modo me sentiría algo frustrada. Cuando comienzan estos episodios, se me activa algún lugar primitivo y pienso con todo lo que le doy, cómo puede ser que por una sola cuestión que digo que no venga éste escándalo. Es evidente que estos berrinches de mis hijos, sacan a la luz a mi propia niña caprichosa que también tengo que manejar.

Pasado ese momento me doy cuenta que la respuesta de mis hijos no es contra mí, que no es personal y que es parte del saludable proceso de crecer. Estoy tratando de aprender a querer y aceptar los berrinches: Entonces lo primero hago es darles la razón: "Entiendo que NO te guste que te digan que No", después  explico mis propias razones por las cuales dije que NO -seguridad, cuidado, respeto o lo que fuera- y por último, me quedo cerca acompañando: "Acá estoy cerca tuyo disponible para cuando me necesites, mamá no puede sacarte el enojo pero si estar con vos para abrazarte cuando vos quieras".

Desde que me estoy amigando con los berrinches de mis hijos suceden con menos frecuencia, me siento mas poderosa y pude salir de esa situación rarísima en que caía algunas veces cuando con la intención de querer ayudar a mis hijos a salir de ese enojo finalmente parecía casi pelear de igual a igual. ¡¡¡Como se imaginarán obviamente siempre ganaban ellos y yo quedaba débil inútil a su lado!!!. ¿Como podría ayudarlos a salir de ese estado si yo misma estaba fuera de eje?.

De todos modos, prefiero que los berrinches pasen en la intimidad de mi casa porque cuanto estoy con gente o fuera de nuestros espacios me cuesta más encauzarlos y mi propia niña interna grita: ¡No por favor ahora no!

martes, 6 de diciembre de 2011

Jugando a ser mamá

Por estos días mi hija Lu ha sacado a relucir su incipiente instinto maternal y la he encontrado varias veces paseando por el pasillo de casa con su bebé en brazos al tiempo que lo palmea, igual que ella fue acunada desde los primeros días.

Pero hoy a través de una ventana, pude observarla en su juego de mamá. Descubrí cómo en la intimidad con su bebé toma en brazos delicadamente, lo acomoda sobre su regazo pareciendo buscar la posición más cómoda para ambos, lo besa con delicadeza y lo que más me emocionó, es cómo a cada gesto lo va anunciando con un balbuceo amoroso y una mirada que invitaba al dialogo. ¡Tendría que haberla filmado!

Me emocioné profundamente cuando la vi con tan sólo su año y medio maternar de esa forma. Lo mejor que puedo decir es que me sentí tranquila, pude observarme en ella y darme cuenta que la lucha cotidiana que realizo para convercer a mi tribu que me ayuda en la tarea de maternizar a mis mellizos, estaba valiendo la pena. Lu estaba entregando aquello que recibía: cuidados respetuosos, de calidad y amorosos. 

viernes, 2 de diciembre de 2011

Tunge, tunge....


Mi hijo Juan ha materializado muchas destrezas motrices antes que su hermana, pero en materia de lenguaje Lu lleva la delantera.

Cuando lo observo balbucear de corrido frente a situaciones sorprendentes, pienso en la gran cantidad de información que debe estar acumulando en su cabeza pero que parecen sufrir un embotellamiento cuando llegan a su boca. Frente a cualquier emoción sólo logra emitir un rosario de balbuceos de corrido que no conforman ni una sola palabra descifrable, pero manifiestan un desesperado intento de habla. Cada vez que escucho modulación de sonidos constantes imagino cuán atrapado debe sentirse en la búsqueda de una acertada mecánica que fluya en lenguaje.

Su no vocabulario se reduce a una sola enunciación cuando algo lo sorprende, un sólo sonido que utiliza para describir sus máximas expresiones de alegría: TUNGE. Un vocablo inventado que lo repite seguidamente tanto como dura su sorpresa, emoción, alegría o lo que fuera. Una cacofonía festiva porque lo utiliza en toda situación que lo alegra.

Por ahora, Juan parece una persona de pocas palabras, pero estoy segura que el día que encuentre el engranaje perfecto entre sus ideas y las palabras, nos inundará de palabras deliciosas.

Ese momento llegará de un día para el otro, estoy segura y quedarán en el olvido éstos entusiastas intentos frustrados de conversar. Pero hay algo que quedará, esta palabra de su autoría formará parte de nuestro vocabulario familiar para siempre para utilizarla justamente cuando no nos alcanzan las palabras.

¡Tungetunge por mi hijo Juan!

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿La mesa es mala?

Muchas veces cuando Juan o Lu se caen, patinan, tropiezan o golpean, yo prefiero observar sin decir nada para no inducirlos a ninguna reacción y simplemente esperar a que ellos descubran el sentimiento -dolor, susto o lo que fuera - surgido del episodio.

No es que sea demasiado tranquila o desalmada como algunos interpretan sino que simplemente no creo que una reacción efusiva de mi parte sea mejor que mostrarme disponible. Si manifiesto una preocupación por estos mínimos accidentes del aprendizaje, siento que los estoy marcando como errores cuando solo me parecen parte del proceso. El estar "disponible" en lugar de gritar o actuar efusivamente, aliviana muchas situaciones cotidianas, porque muchas veces somos los adultos quienes consideramos graves cuestiones que los chicos sobrellevan naturalmente.

Por la misma razones, tampoco me gusta aplaudir o felicitar cuando mis hijos se levantan de una caída y jamás culpo a los objetos domésticos por aquello que les sucede. Si mis hijos se golpean con una mesa, jamás digo: "Mesa mala, porque golpeaste a mi bebé" y menos aún les indico a ellos que lo digan luego del episodio. Me da sensación que en ese pequeño gesto estaría avalando la idea de culpar a los otros por aquello que nos sucede y no sobre lo que podríamos haber hecho nosotros para evitarlo. Cuando mis hijos se chocan contra una mesa u otro objeto siempre les digo: "Recalculando" como diría un gps y luego explico: "Entiendo tu malestar, estás enojado porque antes pasaba bien por abajo de la mesa pero como creces muy rápidamente ahora ya no podes hacerlo. Tendrás que dimensionar nuevamente y estoy segura que te adaptarás como siempre los has hecho".

No sé cuánto entienden mis palabras por ahora, pero tengo la esperanza de dejar huella en sus conciencias de que los errores son valiosas fuentes de información. Por ahora sus dificultades son objetos inanimados de la casa, pero mañana serán otros y la formula pareciera ser la misma: reconocerlos y sacarle provecho. ¡Ojalá sea así!