lunes, 11 de junio de 2012

Un master en logística

Ser madre de mellizos es pertenecer a una sub-tribu dentro de la maternidad en general, porque maternar dos bebés no tiene nada que ver hacerlo con un solo bebé. Con hijos mellizos, la logística toma relevancia absoluta y es difícil moverse o emprender una nueva actividad.

Todavía recuerdo mis interrogantes sobre cómo subir las escaleras del consultorio pediatrico con los dos huevitos cuando mis hijos eran muy pequeños o mis conjeturas sobre que pensarían los destinatarios -la secretaría o una madre solidaria- de mis súplicas para que miraran el bebé cuando tenía que cambiar los pañales a uno de mis hijos en el baño y no entrábamos los tres.

Recuerdo mis contorciones para poner una pierna en el cochecito de modo de sentir si deslizaba o algo le pasaba a mi bebé que quedaba solito mientras acomodaba a su hermano en la sillita del auto. Con mucho menos nostalgia todavía, me acuerdo los varios meses que viví con moretones en las piernas de tanto subir el cochecito doble al baúl que pesaba sus varios kilos. De pronto, me había convertido en una mujer forzuda y hasta ahora manifiesto esa nueva capacidad cuando tengo que alzar a los dos juntos que suman más de veinte kilos.

Nunca podré olvidar la expresión sorpresa o mejor dicho, de casi enojo de un padre desconocido al que en un cumpleaños prácticamente le ordené que cuidara que a Juan no le pasara nada en el agua cuando se había metido vestido en una fuente y yo no podía alcanzarlo para alzarlo y correr a rescatar a Lu que se trepaba por una escalera sin baranda cuando recién estaba probando esa proeza.

De varios lugares, me he ido pensando que donde mejor se sentían mis hijos era en mi casa, ante la sorpresa de las madres de sólo hijo que lo llevaban cómodamente pegados a su cuerpo como pareciendo no perder su libertad.

Con dos bebes es casi imposible cualquier programa, si salía con una amiga entre que atendía a Juan y luego a Lu, prácticamente no me podía relacionar con el destinatario de mi visita. Y peor aún, a mi bebé que no tenía alzado al encontrarse en un espacio desconocido requería más mi atención que si estaría en casa con su música, su aroma, sus referentes amorosos. Salir con mellizos me parecía una verdadera osadía será por eso que solo me animé cuando los meses habían avanzado y por ende, mi confianza. Y muchas veces incluso, aceptaba cuando había alguna amiga que se comprometía a ayudarme con algunos de mis hijos.

Maternar en simultáneo






Cuando me encuentro con alguien que no tiene mellizos que me dice: “No sé como hiciste” yo siempre respondo que no lo sentí tan duro. Pero claro, tampoco sé cómo es ser madre de un sólo hijo porque mi bautismo maternal fue así, duplicado. Además, al contar con ayuda supongo que el esfuerzo físico no debe haber sido mayor al que requiere cuidar un sólo bebé.









Para mi la mayor complejidad de maternar en simultáneo no fue cambiar dos pañales, preparar dos mamadera o sostenerlas haciendo equilibro para que mis dos bebés tomaran a la par porque esa es parte del trabajo que llamo “en serie”. Mis hijos mellizos aunque con su propia individualidad me exigían la misma sintonía de acciones, intereses y atención muy diferente a lo que supongo debe ser satisfacer los dos tipos de necesidades de movimiento, paciencia, atención y dedicación que nos deben proponer un bebé y una casi niño separados por algunos pocos meses de diferencia.

Mis recuerdos angustiosos de lo que complicado que es ser madre de mellizos tienen que ver con lo emocional. Yo lo sentía como un ejercicio constante de tener que elegir en situaciones donde no hay opciones sin costo o sin renuncia. ¿Qué era más importante respetar la paz o la angustia?, ¿Qué requería más mi atención el hambre o la tristeza?, ¿A quién debía contener cuando los dos están igual de angustiados?. Si estaba amantando a Juan y Lu se ponía a llorar desconsoladamente. ¿Debo interrumpir ese momento nuestro para atender a Lu o debería respetarlo como propio de Juan porque Lu ya tomó?. ¿Si amamantaba a los dos juntos y uno se ponía incomodo cómo acomodarlo sin alterar la tranquilidad de su hermano?. Así se pasaron los primeros meses pensando cómo equilibrar el afecto?.

Ser madre de mellizos fue y todavía aún lo es, un trabajo para evitar la unicidad. Porque si bien es fácil individualizarlo desde la intelectualización, en el minuto a minuto de la crianza he tomado decisiones para los dos, cuando sólo uno lo necesitaba. Muchas veces ni siquiera me daba cuenta hasta pasado un tiempo donde nuevamente debía considerarla y re afirmar eso que sabía pero a veces me olvidaba: lo que es mejor para uno puede no serlo para el otro.

domingo, 10 de junio de 2012

Etiquetas no mellizas

Durante estos días estuve pensando en mis hijos y sus capacidades. Juan nació con mejor peso, pude amamantarlo de inmediato y a los días ya estaba en una cunita al lado de su hermana donde podíamos alzarlo constantemente. Lu en cambio debió estar más tiempo en incubadora y cada día que pasaba habíamos fuerza para que llegara a esos benditos dos kilos que nos permitirían volver a casa. Me acuerdo de hasta pensar:  "Ojalá tenga el pañal con algo de pis para sume un poco más". Cada gramo era recibido como una noticia libertadora en la carrera de la retirada no sin antes pasar por internación intermedia algo así como una escuela pupila para padres primerizos.

Ya en casa, Lu era una bebé que se manifestaba sumamente tranquila y dispuesta a pasar de brazo en brazos con entrega y sonrisas de bienestar. A pesar de su pequeñez parecía más preparada para su tarea de vivir. Juan en cambió dejo su placidez hospitalaria para llorar, llorar y llorar. Pero esa foto de la primer semana cambió rápidamente para intercambiar sus caracteres. Mientras Juan se fue aclimatando a nuestro habitad, Lu se volvió sumamente llorona y siempre parecía estar a la sombra de los avances de su hermano: el comía muy bien mientras ella no, ella solía vomitar mientras el eran pocas las oportunidades, Juan se dormía tranquilo en cambio con Lu era una odisea.

Luego vinieron las habilidades motrices y aquí claramente Juan le paso el trapo: Juan repto algo así como dos meses antes que su hermana, gateo un mes antes que Lu intentar sus primeros intentos de traslado, se sentó mucho tiempo antes que ella. Mientras Juan podía dar varias vueltas por mi casa, Lu solo había conseguido desplazarse pocos centímetros. Durante le primer año de vida de mis hijos, para todos estaba la idea instalada que Juan lograría todo aquello que se propusiera y en cambio a Lu, habría que ayudarla, ser sensible con ella y estar a su lado para que realice sus primeros logros.

Al segundo año de vida puedo decir todo lo contrario, Lu dió sus primeros pasos mucho antes que su hermano y cuando ya tenía una marcha bastante estable él recién comenzó con sus intentos. Hoy Lu se la pasa hablando todo el día y no deja de sorprender con su vocabulario: saque (por sacame) ashias (cada vez qeu recibe algo), verde y amarillo (cuando encuentra objetos de ese color, y asi va repitiendo cada palabra que pesca del mundo adulto. Hoy Mi hija mujer parece llevarlos mucha ventaja a su hermano que solo atina a decir; tata, papa, mamá y no se si alguna palabra más.

Como en una carrera, algunas veces lleva la delantera uno y luego según la curva parece primerear el otro. Es una cerrara muy larga, por eso mejor no etiquetar por si de hecho lo hubiera hecho no se como hubiera compaginado hoy la velocidad actual de Lu con su lentitud de ayer y al revés con su hermano.
Si bien las etiquetas a veces son funcionales con los mellizos hay que tener cuidado donde ubicarlas porque muchas veces por más certeras que fueran pueden dejar muy pronto de ser reales.

domingo, 3 de junio de 2012

Hablar en colores

Desde hace tiempo me he propuesto hablar en colores con la esperanza de que de esa forma podría introducirlos en el mundo de los colores a mis hijos. Todos los elemento tiene un color que por estos días. Es así que yo me pongo el buzo rosa, mi hija se pone los pantalones azules, mi auto ya no es el auto de mamá sino el auto celeste, el pasto ya no es solo el pasto sino que es el pasto verde.

Fue una decisión casi espontánea que se fue dando como respuesta a una pregunta de Lu que se refirió a algo rosa y desde entonces cada cosa tuvo su color. Cada vez que ordenamos también lo hacemos por color: guardamos los cubos rojos, luego los azules, y así sucesivamente. Es muy fabuloso vivir en colores y hasta pasar por una verdulería y llamar a cada una de las frutas también por sus pigmentos. En casa tenemos zanahorias naranjas, manzanas verdes y bananas amarillas.

Lu ha copiado esta actitud adulta y se la puede escuchar nombrando cada color de las prendas de nuestras visitas a la vez que señala con su dedito. Nuestros amigos quedan sorprendidos y yo también porque como una pequeña esponja ha absorbido eso que nosotros fuimos haciendo casi sin querer pero con ánimo de ayudarlos.

Dentro de poco en casa comenzaremos a hablar de formas y entonces diremos la mesa rectangular, los vasos cilíndricos y así sucesivamente. Cuando me preguntan ¿Vos le enseñaste?. yo no se que responder porque de verdad creo que no les enseñé, simplemente les presenté y así como Lu los descubrió a Juan todavía los colores parecen no interesarle.