viernes, 29 de julio de 2011

Se dice de mí...

Desde que nació Lu es muy flaca, como yo también lo fui de niña, y está muy debajo del peso esperado para su edad según la tabla sobre peso guía de pediatría. Yo además de llevarla a los controles adicionales que me pide su pediatra, podría angustiarme y poner la comida en el centro de la escena de nuestra vida, pero prefiero seguir como mi idea pikleriana de "ni una cuchara más de la que ella acepta". 

Las tablas son simplemente tablas, pero mi hija es la mejor fuente de información sobre ella misma y para darse cuenta que esta bien alcanza con verla dormir, caminar, jugar y sobre todo reirse a carcajadas. 

Evidentemente hoy, la energía que consume es la suficiente que necesita para descubrir el mundo. Yo creo que ella sabe que el día que necesite más lo hará saber y vendrá una sabrosa cucharada adicional de la comida hecha con amor.

Ni yo, ni los médicos podemos saber mejor que ella que es lo que necesita de energía y lo que menos quiero es robarle su instinto sobre aquello que necesita… Aunque a veces me asusto y sufro, debo dejarme guiar por mi intuisión. Por las carcajadas divinas que nos brinda, tiene una energía maravillosa para vivir. 

3 comentarios:

  1. Lu es una flaca divina, dulce, despierta, enérgica. ¿Y si cuando sea grande termina siendo una flaca, alta y morocha? Será un problema para los corazones débiles que se le crucen por el camino. Por ahora es un problema para mi corazón débil que se derrite con cada gesto de esa flaca tan única.

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  2. Uffff pero es dificil verdad?? a mi es un tema que me agobiaba muchisimo pero me he dado cuenta que son etapas en las que simplemente esta un poco desganada, no pasa nada por comer unos dias un poco menos. Es verdad que ellos saben mejor que nadie lo q necesitan. saludos!

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  3. hay madre mía no sé de cuando es esta entrada porque más que leerla la he devorado. Mi niño tiene diez meses y esta por debajo de lo que en teoría es lo correcto. El delgadito como yo también (48 kilos que tengo ahora). sólo quiere teta con diez meses y mira que le he dado a probar de todo. Hasta he acabado convirtiendo la hora de comer en la hora de los lloros. Me di cuenta que no valía la pena. Eso sí todavía ando con la preocupación a cuestas.

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