miércoles, 19 de octubre de 2011

Todavía me duele

Todavía me duele cuando Juan estuvo internado. Me lastima recordar mi ingreso a la habitación luego de la punción para descubrir hasta donde había llegado la infección. No puedo sacarme de la cabeza  esta imagen. Estaba en posición fetal, más blanco de lo que nunca me pareció en la vida, absolutamente estático, con la mirada puesta en algún lugar de aquella pared absolutamente blanca y visiblemente perdido en la enorme cama de esa gigante habitación. Todavía me acuerdo lo que me dolió y lo cobarde que me sentí por haberlo dejado sólo sin oponerme, respondiendo pasivamente a tan sólo el pedido de su médico.

Me duele ese encuentro y todo lo que lo precedió. No puedo olvidarme cuando llegamos a su pediatra y con tan sólo mirarlo, nos mandó a internarlo. Todavía escucho las preguntas del proceso de indagación profesional en el sanatorio: ¿Lo desearon?, ¿Fue un bebé esperado?, ¿Cómo fueron estos días en casa?, ¿Cómo estuvo en las últimas horas?. Mientras nos trasladaban de estudio en estudio para descubrir la incógnita de la fiebre y su profundo decaimiento, cuando todavía ni siquiera cumplía los tiempos gestacionales pero ya tenía un mes de nacido.

Fueron horas terribles y después días largos que se sucedieron angustiosos y repartidos. Lu se quedó en casa, y yo con Juan esperando que llegara papá para poder ir a abrazarla. Con el corazón partido, pero entregada a quien más me necesitaba confiada que también su hermana, deseaba sin saberlo que acompañará a su compañero de vida.

Lo único que puedo agradecer de este momento es a quienes me motivaron, enseñaron y ayudaron a amamantar a mis hijos cuando el miedo me desorientaba luego de la cesárea. En esa semana cruel, fue el lazo que más me unió a Juan, que más nos ató a la vida, que más nos salvó del precipicio del vacío. Cuando algunos de los dos corazones tambaleaba nos encontrábamos ahí pegados uno al otro, sin más deseo que acompañarnos y sentirnos igual de cerca que en los últimos ocho meses. 

Hasta ahora cuando me acuerdo de estas imágenes hacía de cuenta que cerraba los ojos para no verlas. Hoy las escribo porque quiero aprender a no escaparme, debo amigarme y amarlas también. Después de esa semana. El y nosotros, sabemos que esa pelea la ganó. Yo sé que en algún lugar, Juan se sabe más fuerte, desde entonces.

7 comentarios:

  1. ¿como olvidar algo así? lo estaba leyendo y se me ponian los pelos de punta ¡tu niño es un campeón¡

    ResponderEliminar
  2. uffff que duro, pero es verdad Juan es un campeón!
    Siempre tenemos episodios en nuestra vida, sobre todo con nuestros hijos que cambiariamos si pudieramos volver el tiempo pero como tu dices tenemos que aprender a vivir con eso también, besos

    ResponderEliminar
  3. Es que la punción en el cuerpecito de Juan fue un momento, muy doloroso en sus meses de vida de entonces, pero pasó. Y desde entonces Juan se aferró a la vida y hoy, con sus flamantes diecisiete meses vividos, crece y respira y crece. Es una vida única que inunda nuestra existencia, cada vez más, a vos y a mí, sin parar. Y estamos tan agradecidos del privilegio que nos da Juan de ser sus padres, del enorme placer de compartir su vida todos los días. Claro que todavía duele. La punción hoy es en el alma. El recuerdo del llanto desgarrado, el momento tan desolador y cruel. Algo sanará con el tiempo, pero una cicatriz siempre quedará. Y vendrán otras punciones, Dios quiera no tan dolorosas, que como padres tendremos que absorber. La otra cara de la moneda de la enorme felicidad de ser padres de Juan.

    ResponderEliminar
  4. Que dolor, yo recibi una punción en el hígado y eso no se olvida jamás.
    Quería contarte que yo he probado la medicina antroposofica con mi beba de 8 meses ( se que existen millones de detractarios) a mi me ha funcionado para esas cosas del alma y por ella mi niña va en su senda pickler y llegue a tu blog ,aparte de estar muy sana, que más puedo pedir.
    Carolina, desde Chile

    ResponderEliminar
  5. Ay, Lucre, te leo con lágrimas en lo ojos! Qué duro debe haber sido, pero qué suerte que tuviste el apoyo y presencia necesarias para poder amamantar, para poder darle lo mejor de vos, para estar junto a él, para reconfortarlo, para decirle que estabas ahí y que todo estaría bien. Son momentos horribles y está bien que lo saques, que poco a poco formen parte de la historia de vida, de un momento, de una lucha ganada!
    Un abrazo enorme!!

    ResponderEliminar
  6. Qué momentos tan duros tuvieron que vivir! Yo tampoco he podido evitar estremecerme leyendo tu relato; y me he emocionado cuando he leído cómo os ayudó la lactancia materna en el proceso. Precisamente no hace mucho escribía en el blog que conseguir amamantar a mi pequeño tras la lactancia, fue para mí el mejor de los regalos.

    ResponderEliminar
  7. me hiciste llora con solo leerlo, me imagino lo que debes sentir, si con solo leer esta nota, pude sentirlo y vivirlo un poquito, espero que puedas sanar y que juntos los tomen como una experiencia (que aunque fuertisima) enriquesedora.
    adelante con los dos, que cada cosa, buena o mala que suceda nos ayuda a formarnos y a ser fuertes para dar lo mejor de nosotros.

    Astasakhi

    ResponderEliminar

Para dejar comentarios, por favor haganlo como anomimo, ya que es la unica manera que los toma correctamente. AH! eso si, diganme quienes son!