sábado, 18 de febrero de 2012

Autonomía acuática

Si tengo que definir este verano con respecto a mis hijos, lo califico como acuático para ellos. Han jugado en su pequeña pileta, se han divertido horas con la manguera, han gozado con autonomía en la pileta de adultos  –con vigilancia permanente y una salvavidas espectacular - y por estos días, están disfrutando del mar.


Parada en la orilla de la pileta o del mar tres madres me han preguntado: ¿Cómo hiciste para que no le tengan miedo al agua? Y como en muchas otras oportunidades, no he tenido respuesta. Siento que no he hecho nada, pero quizás no hacer nada, sea en este caso hacer mucho. Mi mejor respuesta es que ido de menor a mayor: no he buscado enamorarlos del agua, tampoco me he dejado llevar por mi ansiedad de mostrarles aquello que inexorablemente descubrirían a su tiempo. Por el contrario, he estado un paso atrás de sus deseos esperando su propio impulso de curiosidad hasta que fuera inevitable.

Preguntas tales ¿Cómo se sentirían en este nuevo registro de gravedad?, ¿Qué les pasaría en un nuevo universo para los cuales sus capacidades aprendidas ya no eran suficientes? me han dado vueltas por mi cabeza y preocupado. “Quedate tranquila que tus hijos van a dominar rápidamente el agua cuando llegue el momento, sin imposiciones de tiempos ni propuestas de tu parte” fue la recomendación de mi pediatra Liliana Gonzalez ante mi consulta sobre las clases de natación al acercarse el verano y acrecentarse mis temores.


Su consejo fue: Empezá con una pileta pequeña con sólo dos centímetros de agua y una manguera para que ellos gocen de su autonomía y vos tu tranquilidad. Poca agua porque si se caen pudieran levantar su cabeza por instinto y respirar sin necesitar ayuda. Luego, vendría el salva-vida maravilloso que les permitió sus primeras patadas y la posibilidad de trasladarse en el agua entrando y saliendo de la pileta a su antojo.

El camino más exigente para mí fue el del cuidado, porque desde la excitación inicial hasta la tranquilidad actual, pasó mucho agua bajo mis nervios. Reconozco que en algunas de las corridas de custodia que me exige el cuidado extremo de su libertad, he llegado a desear en silencio que una ola les dé una lección que lo vuelva precavidos. El verano esta terminando y hasta ahora no ha pasado. Lo único que me llevo son las sonrisas aguadas y arenosas de mis hijos constantes como las olas del mar. 






4 comentarios:

  1. Como siempre me encanta tu forma de enseñar a tus hijos. Yo creo que todas hemos pecado de ponernos nerviosas la primera vez que tenian contacto con el agua. Mi bichito por ejemplo se llevo un tiempo que no queria la playa ni la piscina y yo me pregunto si no fue nuestra culpa por mostrarnos "nerviosos" no la he obligado y he observado el momento en el que crei que estaba preparada y efectivamente ha disfrutado de la playa y del agua como algo natural. besos

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  2. Coincido contigo. Hay que dejarlos que descubran las cosas a su tiempo y ritmo. Sin prisa y sin obligaciones. Ellos solitos van poblando y decidiendo que les gusta y como. Nosotros solo estamos ahí para guiarlos sin empujarlos, para protegerlos sin sobre-protegerlos, para hacer que se sientan felices y seguros, siempre a su ritmo.

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  3. que grandes se ven!!!! mi gorda odia que la bañe, pero ama meterse a su pileta!!! este mes que pasó estuvimos en el mar pero tanta agua no le intereso tanto, prefirió ponerse a comer arena!!! se ve que disfrutaron mucho y eso es todo lo que importa!!!!

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