Me parece identificarme con lo que significa ese no y en muchas oportunidades lo relaciono más que con el motivo propiamente como una excusa que busca generar una respuesta en el otro. Pero si ese no llegara a ser el caso, confío que se repondrá de ese capricho con una sonrisa cercana y lo superará como yo he podido siempre. Es como sin querer la viera más fuerte y se que estos caprichos se superan como yo lo hecho con todas mis malcrianzas, que no son pocas ni siquiera hasta ahora que ya soy madre. ;).
Con Juan, en cambio, cada berrinche suyo apela a otras emociones. Mi condición maternal se mueve hacia un deseo de protección y de buscar revertir eso que le sucede de manera inmediata y definitiva. Es como si al no saber en lo masculino como se siente el límite ni el sufrimiento quisiera ayudarlo a que ese "dolor del no inamovible" se le pase lo más rápido posible. Y como muchas veces no puedo - porque esos no tiene su razón - me quedo pensando que sentirá en su hombría.
Con Juan debo hacer un mayor ejercicio para no volverme blanda, no mimarlo demasiado y que no me persuada con su llanto angustioso. Con mi hijo varón debo convencerme a mi misma intelectualmente para confiar que este hombrecito pequeño - como le comenzado a decir desde que le corte el pelo y tiene más carita de niño - podrá también resolver también sus caprichos con su propia templanza masculina que se le está forjando ahora, para toda su vida.
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