viernes, 28 de octubre de 2011

Menos es más


Cada vez que me reúno con un grupo de madres y escucho la cantidad de actividades que desarrollan sus hijos: guardería, natación y paseos, me quedo sin palabras y con algunas dudas sobre si lo estaré haciendo bien.

Mis hijos tienen una vivencia rutinaria y apacible. Las veces que me entusiasmo con sumarles actividades extras o arrastrarlos a mis programas, luego me desaliento. Pienso en que deberán adaptarse a un nuevo espacio, un ritmo externo y que son pequeños para tanto ajetreo diario. Entonces, sólo elijo los programas donde habrá niños de su edad para que conozcan nuevas relaciones además de su idílica diada.

Nos lo dejo por comodidad como muchos me dicen; sino que considero contenedor que queden en su espacio, con referentes conocidos y que sus deseos se registran al instante. Por las similares razones, tampoco quiero que vayan a guardería de dos años. Me da tranquilidad estar cerca de ellos, porque aunque me dedique a otras tareas, estoy disponible para escucharles la risa como el llanto.

Esta es la manera que me sale, en la que creo y - por suerte- puedo hacerlo. Bajo ningún deseo cortarles las alas para tenerlos pegados o no dejarlos crecer para no enfrentarme con el vacío, como me han dicho. Simplemente me parece, que durante los primeros años: MENOS ES MÁS.

Ya tendrán por delante de obligaciones, horario y tareas como todos y confío que serán ellos quienes me irán marcando ese ritmo. Cada día noto como piden más libertad, radios de exploración más generosos y más tiempo independiente de la mirada adulta. Por ahora, prefiero que se entretengan con cuestiones naturales, la primavera por ejemplo es un nuevo nuevo universo de exploración con sus sonidos, perfumes, texturas y seres vivos que ellos pueden descubrir de otra manera que el año pasado.


No quiero llenarlos de actividades, porque estoy convencida que crecer descubriendo el mundo por ellos mismos es sumamente estimulante y saber gozar del encanto de la tranquilidad es un valor para la vida.


jueves, 27 de octubre de 2011

¡Qué equivocada estaba!

Si bien no soy esas personas que se derriten ante todos los bebés y niños, toda la vida me imaginé mamá. A los pocos días de conocer al padre de mis mellizos Juan y Lu, le pregunté sobre su deseo de una nueva paternidad tardía, como lo llaman ahora. El tenía cuatro hijos de un matrimonio anterior, pero para mí tener hijos no era negociable. Jamás me planteaba porqué, simplemente lo deseaba. Y si alguna vez el miedo me confundía, pensaba la gente se arrepiente de muchas elecciones, pero jamás de tener hijos.

Imaginaba que llegado el momento, sería buena madre.  Ahora, me doy cuenta que tenía una concepción de la maternidad muy lejana a la actual, consideraba la educación como la simbólica tarea de moldear arcilla. Como un trabajo en una sola dirección que con esfuerzo y perseverancia tendría buenos resultados. En mi imaginación, sospechaba también, que sería mejor madre de niños y adolescentes que de bebés porque siempre me había sentido más cómoda con los niños que pueden hablar. Me encanta perderme con ellos en argumentaciones, curiosidades y disquisiciones infantiles.

Hoy, por suerte, no soy la madre que imaginaba ser. En muchas situaciones que trato de actuar de la manera más respetuosa, me acuerdo de lo que suponía que debía hacerse en estos casos y cuán equivocada estaba. Muchas explicaciones que hoy doy antes me hubieran parecido una pérdida de tiempo que se solucionaban con muchos No y punto. Mis hijos me han transformado y me han invitado a tener una nueva mirada: Definitivamente, hoy la crianza me parece una tarea recíproca, donde todos incluido su papá nos vamos moldeando en continuado.

Hoy considero la crianza como un camino de transformación y algo de lo que intuía antes de serlo es verdad: la maternidad es maduración, evolución y profundo disfrute... Cuando la mirada es respetuosa y confiada la devolución es respetable y confiable.

La maternidad me corrió de preocuparme todo el tiempo en mí para entregarme a lo que más quiero. Toda mi energía y deseo tienen un objetivo claro de observación y de ocupación. Si dicen que las personas más felices son aquellas entregadas al ayudar a los demás y al voluntariado; debe ser por eso misma razón que siente tan bien ser mamá. 

Por último, sobre mi incapacidad hacia la bebitud, ahora pienso sobre cuanto menospreciaba toda comunicación que no fuera a través de la palabra. Estoy agradecida a mis hijos por haberme ayudado a descubrir la capacidad de observación... 

sábado, 22 de octubre de 2011

Humildad Maternal

En un alto en una estación de servicio durante el viaje a Córdoba, me encontré un niño observando absorto a una  encargada mientras colocaba las toallas de papel para secarse las manos en un artefacto y me conmovió su capacidad de sorpresa.

Minutos después cuando me retiraba, el niño salía pidiendo a su madre una toalla a lo que su madre respondía: "Te dije que no hay", mientras su hijo defendía su postura, pero la madre ya cansada le decía: Por favor no insistas más, porque me voy a enojar en serio. Para ese entonces se estaban yendo y yo me quedé con ganas de explicarle que su hijo tenía razón....pero la dinámica de la situación me lo impidió.

Ese episodio me hizo pensar en todas las veces que nuestros hijos son quienes tienen la razón y nosotros por exigencias o apuro, les contradecimos, minando poco a poco su confianza. ¿Qué habrá pensando ese niño cuando su madre le afirmaba categóricamente algo que el sabía que no era así? ¿Habrá podido explicarle luego a su madre lo que él había visto? ¿Se habrá quedado dudando de su propia percepción? ¿Se habrá interrogando sobre la confianza hacia su mamá?

Dias después, al momento de salir a lo de una amiga - luego de finalizar con los preparativos de vestirnos los tres -  Lu se para en la puerta y dice: "No" indicando claramente su disgusto de salir de casa. Vuelvo a insistir relatándole la fabulosa expectativa del programa al que estábamos por asistir e insisto una vez más pensando haberla persuadido, pero nuevamente se afirma a la puerta y dice: ¡NO!

Mi impronta inicial hubiera sido alzarla y salir de la casa sin mas, pero decidí preguntarle: ¿Qué queres hacer Lu?. Divina como estaba con su mejores ropas y moños, fue a la cocina tomó sus muñecos y, con su flamante año y cinco meses, volvió a la puerta lista para salir.

Y aquello que podría haber sido motivo de un berrinche y un gasto de energía para calmarla de pronto se volvió un motivo de felicitación. ¡Lu, qué buena madre que sos! Y así sin más la adoré....

miércoles, 19 de octubre de 2011

Todavía me duele

Todavía me duele cuando Juan estuvo internado. Me lastima recordar mi ingreso a la habitación luego de la punción para descubrir hasta donde había llegado la infección. No puedo sacarme de la cabeza  esta imagen. Estaba en posición fetal, más blanco de lo que nunca me pareció en la vida, absolutamente estático, con la mirada puesta en algún lugar de aquella pared absolutamente blanca y visiblemente perdido en la enorme cama de esa gigante habitación. Todavía me acuerdo lo que me dolió y lo cobarde que me sentí por haberlo dejado sólo sin oponerme, respondiendo pasivamente a tan sólo el pedido de su médico.

Me duele ese encuentro y todo lo que lo precedió. No puedo olvidarme cuando llegamos a su pediatra y con tan sólo mirarlo, nos mandó a internarlo. Todavía escucho las preguntas del proceso de indagación profesional en el sanatorio: ¿Lo desearon?, ¿Fue un bebé esperado?, ¿Cómo fueron estos días en casa?, ¿Cómo estuvo en las últimas horas?. Mientras nos trasladaban de estudio en estudio para descubrir la incógnita de la fiebre y su profundo decaimiento, cuando todavía ni siquiera cumplía los tiempos gestacionales pero ya tenía un mes de nacido.

Fueron horas terribles y después días largos que se sucedieron angustiosos y repartidos. Lu se quedó en casa, y yo con Juan esperando que llegara papá para poder ir a abrazarla. Con el corazón partido, pero entregada a quien más me necesitaba confiada que también su hermana, deseaba sin saberlo que acompañará a su compañero de vida.

Lo único que puedo agradecer de este momento es a quienes me motivaron, enseñaron y ayudaron a amamantar a mis hijos cuando el miedo me desorientaba luego de la cesárea. En esa semana cruel, fue el lazo que más me unió a Juan, que más nos ató a la vida, que más nos salvó del precipicio del vacío. Cuando algunos de los dos corazones tambaleaba nos encontrábamos ahí pegados uno al otro, sin más deseo que acompañarnos y sentirnos igual de cerca que en los últimos ocho meses. 

Hasta ahora cuando me acuerdo de estas imágenes hacía de cuenta que cerraba los ojos para no verlas. Hoy las escribo porque quiero aprender a no escaparme, debo amigarme y amarlas también. Después de esa semana. El y nosotros, sabemos que esa pelea la ganó. Yo sé que en algún lugar, Juan se sabe más fuerte, desde entonces.

viernes, 14 de octubre de 2011

Juan el conquistador

Siempre digo que Juan es un conquistador y de hecho la mayoría de las personas que me  han acompañado en la crianza de mis hijos, lo han preferido. Le gusta ser protegido, besado, observado, mimado….pero para seducirlo hay que darle tiempo, esperar que tome la confianza y se anime a mostrarse y entregarse.

Juan no juega con los afectos de los demás, él se toma su tiempo pero cuando conquista lo hace de manera absoluta e intensa. Juan es demandante, siempre quiere aquello que recibe su hermana, los brazos que la sostienen, los juguetes que ella elige, el lugar que ella ocupa y hace las gestiones para conseguirlo. Juan es mimado hasta por su hermana melliza que parece entenderlo y darle en el gusto.

Ayer Juan era el más independiente e intrépido, pero hoy parece necesitar contención, silencio, paz y tranquilidad. A veces siento que esta hipersencibilidad de Juan son el reflejo de una necesidad de editar el dolor que le debe haber significado estar quince días en neonatología en sus primeros días de vida con el único objetivo de acompañar a su hermana.  El miedo que debe haber sentido durante su internación por su infección urinaria y los estudios avasallantes que recibió.

No sé como abrazarlo a Juan para ayudarle a vivir con su extrema sensibilidad. No me canso de hacerle sentir bienvenido e invitado a la vida. Espero que está demanda e hipersensibilidad sean parte de una nueva edición de emociones y maduración.

miércoles, 12 de octubre de 2011

¿A ver qué hace?

Los otros días en una reunión muy grande a la que fui con Lu, la dejé mientras tomaba su mamadera acostada en el piso. Era el tiempo de fotos en las que yo quería estar y Lu - que parecía cómoda y tranquila - sólo necesitaba mirarme en ese mundanal desconocido para sentirse segura. Yo notaba cuán importante que era para ella que yo estuviera dentro de su campo visual, porque de otra manera -con la curiosidad que la caracteriza- se hubiera entretenido seguramente en algún otro interés. De pronto una amiga me tapa de su vista para lo cual yo me corro y le indico que tengo que estar a la vista de mi hija, y ella me dice: "...¿A ver que hace si no te ve?..."

Me puse a pensar en todos: ¿A ver que hace? que he escuchado de los adultos hacia los bebés desde que soy madre. ¿Por qué a veces parecemos estar probando qué hacen los bebés frente a situaciones esperables como si fueran la cría de otra especie? ¿Por qué nos cuesta tanto pensar que los bebés reaccionan a las mismas emocionales que nosotros? Estoy segura que de no verme, Lu se angustiaría igual que si yo perdiese a mi único referente en una enorme feria atiborrada de gente que habla otro idioma en latitudes lejanas.

Me gusta y me tranquiliza pensar que mis hijos sienten exactamente lo mismo que yo frente a situaciones equivalentes y por eso trato en la mayoría de las veces de ponerme en su lugar. Esta mirada surgida con la maternidad me ha hecho reflexionar sobre muchas cuestiones pequeñas: sobre lo lindo de ser tocados con gentileza, sobre lo maravilloso de sentirnos tratados con respecto, sobre lo molesto que es comer sin deseo, sobre la impotencia surgida de ser exigidos a hacer aquello para lo cual no nos sentimos preparados, sobre lo incómodo de ser interrumpidos, sobre lo halagador que es ser tratados con buen tono y con lindas palabras, sobre la maravilla de sentirnos competentes.... entre muchas otras cosas que me encantan cuando las recibo.

Y así como me gusta que me traten, supongo que les gusta a mis bebés....

lunes, 10 de octubre de 2011

Acunar mellizos


Desde hace un tiempo veo que Lu,  cuando elige jugar con muñecos nunca lo hace con uno. Se pasea por la casa con su oso y su muñeca, o su muñeca y su perro o con dos muñecos, pero lo que no es variable es el número: siempre elige dos. Toma a sus bebés como puede, y si uno se cae inmediatamente lo alza, como si la maternidad de un sólo hijo no fuera para ella una posibilidad.

Sólo recién cuando confía en alguien o aprueba una nueva persona para relacionarse, le ofrece uno de los bebés y ella se queda con su otro muñeco. Solo a sus elegidos, invita a acompañarla en la tarea de crianza.

Todavía Lu, no puede discriminar que ser madre de mellizos es una excepción, un enorme privilegio y un halago que nos hace la vida.  Y yo no sé, cuando se dará cuenta que ella es parte de ese milagro y que es una de las pocas personas que tienen el placer de nacer acompañados. Sólo ese día podrá entender que puede acunar a sus muñecos de a  uno, de a dos y hasta de a más...

Pero lo que me enternece y me encanta es que reconozca la crianza como un hecho compartido con seres elegidos…

martes, 4 de octubre de 2011

Sentirse a gusto

Cuando explico que trato de educar a mis hijos generando un ámbito de respeto, valorando sus iniciativas y buscando hacerles sentirse competentes, algunas personas me dicen: "Pero el mundo no es así, es necesario prepararlos para ese desafío". Cada vez que lo escucho esas palabras, me quedo pensando: ¿Entonces debo mostrarles lo hostil, inseguro e irrespetuoso que puede ser el mundo desde chiquitos a modo de entrenamiento?. Estoy segura -lamentablemente- que el mundo se encargará sólo de hacerlo y justamente, por eso mi deber es darle la mayoridad seguridad para que desarrollen las herramientas para enfrentarlo.

Mis hijos tienen límites independientemente de que yo esté diciendo NO. Las rutinas necesariamente incluyen límites: se bañan a una hora determinada hora, van a su cuna a continuación, no dejo de llevarlos al pediatra porque estén divertidos, cuando alzo a uno el otro debe esperar, en el auto deben ir en silla, no puedo evitar que a veces pierdan un juguete en manos de su hermano, no dejo de realizar mis actividades y salgo aunque me reclamen, confiando que ellos también podrán resolver esas pequeñas frustraciones. Estos límites en los cuales los adultos ya ni reparamos, para mí lo son y claramente ayudan a mis hijos a incorporar esta noción.

Lo que trato de evitar, es estar constantemente diciendo NO por cuestiones evitables. Si puedo proteger los enchufes, las cosas de las mesas o estanterías a su altura, alejar el celular y los controles para dejar pasar varios NO al día, lo hago. Tengo la sensación que si todo el tiempo les digo no, ellos pensarán: ¿Todas las cosas que hago están mal?

Obviamente, esto no deja inhabilitado el No! Todo lo contrario, con todo lo que hacen el día, de todos modos me quedan bastantes situaciones para utilizarlos!!!! Sobre todo cuando puede afectar a ellos mismos o las demás personas. Pero en oportunidades de riesgo más leve -como pararse en una mesa, silla o sillón-  trato de pedirles respetuosamente: "Por favor bajate, por favor sentate, por favor dame". Persigo la idea de que ellos puedan auto-limitarse en el futuro y me parece, que si ellos realizan la acción están incorporando y actuando el limite, que si yo los retiro del lugar.

Trato también de respetar sus propios límites, si no quiere comer no intento darle ni una cucharada más de la que ellos aceptan. Quiero mostrarle que sus límites también son importantes y se respetan...¿De otra manera cómo podría exigir que los cumplan si yo no lo hago?

¡El tema del No, la competencia, la seguridad, los límites sanos y contenedores es gigante! Pero hay límites nutritivos e incorporables y otros que desorientan.... Quiero a que mis hijos, que se les grabe en la percepción de sí mismos que son competentes y que deben elegir aquellas situaciones en la vida que los hagan sentir  cómodos y libres.  Y para aquellas más duras, vivirlas sabiendo que si no pueden modificarlas, pasarán.

Me parece muy importante que la sensación de "sentirse a gusto" sea una estado que ellos conozcan lo suficiente para después buscarlo en los demás ámbitos de su vida. ¿Será así? Ojalá...