jueves, 2 de agosto de 2012

¡Ahora! ¿Chau Mamadera?


Ayer fuimos de nuevo a lo Liliana, hacia un par de meses que nos ausentábamos y yo comenzaba a sentirlo. Como siempre me recomendó y a la vez me provocó en el mejor de los sentidos a creer aún más en la maduración de mis hijos.

¿Por qué Juan babea tanto? Pregunté y ella me re preguntó: ¿Ya no toman mamadera, no? Y yo sabiendo de mi falta porque ya me lo había dicho hace tiempo que debía sacar ese ritual de nuestra vidas, me confesé: ¡No se como sacarles la mamadera, ellos la piden con frecuencia!, Me parece que no puedo. Su respuestas fue concreta, es necesario destetarlos también de la mamadera, es decir de esa forma de succión.

Honestamente muy poco convencida llegue a casa, dispuesta a poner esta nueva consigna hacia nosotros los adultos para ayudar a sacarles también esa necesidad y así si más, como por arte de magia comenzamos con nuestro cometido. Dos días han pasado desde entonces y han comido mucho más de lo que lo venían haciendo. Juan se ha sentado a la mesa con la concentración que genera el hambre y ha comido de todo y mucho más. Será por eso que hace dos noches que duerme once horas. Tal como un osito que esta invernando la noche se hace ahora para el larga y placentera. Lu también ha comido mucho mejor tomando su leche en una taza trasparente a la cual llenamos con su antigua mamadera, mientras que le explicamos que desde ahora será mucho mejor tomarlo así en taza igual que mamá y papa y todos los adultos de la casa.

Solo hoy tuvimos una pequeña crisis cuando nuestra amiguita Sofi estando en casa, sacó una radiante mamadera y se dispuso a tomarla recostaba. Pero se pudo con la demanda y al poco rato estaban comiendo su cena. Lo que hace dos días me parecía un imposible para lo cual no era necesario luchar, una vez más me doy cuenta de cuantas necesidades parecemos generales los adultos a nuestros hijos. Yo le puse chupete y lo usaron todo el tiempo que yo lo necesité para sentirme que de esa manera los estaba calmando hasta que me propuse mirarlo de otra manera. Ahora mis hijos dejaron la mamadera diurna – porque a la noche se toman una todavía – hasta que fui convencida o más bien “provocada en el buen sentido” a pensarlo de otro modo.

Por suerte ellos pueden con nuestras arbitrariedades y en este baile que es criar nos vamos mostrando el camino. A veces – sobre todo al principio- somos nosotras las madres y luego paso a paso son nuestros hijos que con su dedito nos van guiando.

Quería que tuvieran eso invisible

Hoy conversando con una amiga de toda la vida entre broma y broma, me dice pero qué tiene de especial este método si tus hijos son igual a todos. La verdad es que yo no seguí esta mirada de respeto en la crianza para que mis hijos fueran especiales o diferentes, ni más avanzados ni superdotados, lo que me motivó fue el deseo que mis hijos contaran con una sensación invisible de que ellos "pueden" - más allá de la mirada de los demás -. Me gustaba la idea de que mis hijos se sientan capaces de resolver las situaciones que les presenta la vida según el estadio que se encuentren. 


Será por eso que hoy con sólo dos años, me encanta cuando observo que si alguien se para frente a la televisión, obstruyendo su campo visual ellos no se quejan sino que rápidamente se corren de lugar buscando recuperarla, y como saben que pueden resolverlo por si mismo no se detienen a marcar lo que sucedió.  Me gusta observar cuando desean llegar a un lugar alto y notar que ellos no piden ser alzados más de una vez, sino simplemente aparecen empujando su sillas para poder elevarse como desean y hacerse de aquello que les cautiva. No tengo recuerdos de haber escuchado la frase: "acá, mamá" como pidiendo que me siente a su lado para jugar - claro esto puede deberse a la maravillosa condición de mellizos - porque ellos saben el disfrute de descubrir los objetos por si mismo.  Cuando necesitan ayuda porque habiendo explorado las posibilidades no han podido lograr su cometido, me  toman de la mano para llevarme al lugar donde necesitan de mi colaboración acompañando el gesto con la frase: "ayuda mamá".

Siento que algo de esa autonomía era lo que soñaba para ellos cuando nacieron y fue razón fundamental por la cual quedé fascinada por los conceptos de Emmi Pikler ni bien llegó el libro Movimiento en Libertad a mis manos. Me encanta pensar que esta forma autónoma de estar en el mundo se les fijó durante estos dos primeros años - y a mí en la mirada -  y ojalá que estas mínimas lecciones que fueron recogiendo en sus miles de intentos sea la base fundamental de su sensación de competencia.  

Y si hay una creencias instalada que los niños deben ser guiados, ayudados en casi todas sus tareas, yo siento que lo míos "siempre" creen que pueden ellos solitos - dice LU: "yo sola, mamá"- pero por la simple razón porque ellos fueron "ayudados" muy pocas veces. Y juro que no fue por desamor, falta de cortesía o comodidad mía. 


Puedo afirmar que lo que más me fascinó durante estos dos años fue darme cuenta de todo lo que eran capaces mis hijos, pero sobretodo lo que más disfruté fue que ellos mismos se dieran cuenta de lo mucho que eran capaces. 


viernes, 6 de julio de 2012

Circulo!

Hoy mi hija amaneció risueño pero más aún, amaneció matemática. Lo primero que me dijo cuando entre a su cuarto al escuchar su llamado, fue redondo a la vez señalaba el ojo de buey que está en frente a su cuna. Y luego para corroborar su saber, señaló el cuadro a la vez que decía: "cuadrado".

Así está ahora mis hija LU, muy motivada por absorber el mundo de la formas. Y yo embobada como corresponde a un mamá de una hija de un mes más de dos años, que anda señalando el mundo desde su morfología y colores.

Le debo este saber un libro de formas que le compre hace tiempo, y como si nada mientras lo miraba y pasaba su dedito sobre la texturas diferente que tenía cada forma evidentemente estaba aprendiendo y absorbiendo sin parar. Así reconoce los círculos ocultos de las tapas de gaseosa, los círculos de los globos y otros sin parar...

lunes, 11 de junio de 2012

Un master en logística

Ser madre de mellizos es pertenecer a una sub-tribu dentro de la maternidad en general, porque maternar dos bebés no tiene nada que ver hacerlo con un solo bebé. Con hijos mellizos, la logística toma relevancia absoluta y es difícil moverse o emprender una nueva actividad.

Todavía recuerdo mis interrogantes sobre cómo subir las escaleras del consultorio pediatrico con los dos huevitos cuando mis hijos eran muy pequeños o mis conjeturas sobre que pensarían los destinatarios -la secretaría o una madre solidaria- de mis súplicas para que miraran el bebé cuando tenía que cambiar los pañales a uno de mis hijos en el baño y no entrábamos los tres.

Recuerdo mis contorciones para poner una pierna en el cochecito de modo de sentir si deslizaba o algo le pasaba a mi bebé que quedaba solito mientras acomodaba a su hermano en la sillita del auto. Con mucho menos nostalgia todavía, me acuerdo los varios meses que viví con moretones en las piernas de tanto subir el cochecito doble al baúl que pesaba sus varios kilos. De pronto, me había convertido en una mujer forzuda y hasta ahora manifiesto esa nueva capacidad cuando tengo que alzar a los dos juntos que suman más de veinte kilos.

Nunca podré olvidar la expresión sorpresa o mejor dicho, de casi enojo de un padre desconocido al que en un cumpleaños prácticamente le ordené que cuidara que a Juan no le pasara nada en el agua cuando se había metido vestido en una fuente y yo no podía alcanzarlo para alzarlo y correr a rescatar a Lu que se trepaba por una escalera sin baranda cuando recién estaba probando esa proeza.

De varios lugares, me he ido pensando que donde mejor se sentían mis hijos era en mi casa, ante la sorpresa de las madres de sólo hijo que lo llevaban cómodamente pegados a su cuerpo como pareciendo no perder su libertad.

Con dos bebes es casi imposible cualquier programa, si salía con una amiga entre que atendía a Juan y luego a Lu, prácticamente no me podía relacionar con el destinatario de mi visita. Y peor aún, a mi bebé que no tenía alzado al encontrarse en un espacio desconocido requería más mi atención que si estaría en casa con su música, su aroma, sus referentes amorosos. Salir con mellizos me parecía una verdadera osadía será por eso que solo me animé cuando los meses habían avanzado y por ende, mi confianza. Y muchas veces incluso, aceptaba cuando había alguna amiga que se comprometía a ayudarme con algunos de mis hijos.

Maternar en simultáneo






Cuando me encuentro con alguien que no tiene mellizos que me dice: “No sé como hiciste” yo siempre respondo que no lo sentí tan duro. Pero claro, tampoco sé cómo es ser madre de un sólo hijo porque mi bautismo maternal fue así, duplicado. Además, al contar con ayuda supongo que el esfuerzo físico no debe haber sido mayor al que requiere cuidar un sólo bebé.









Para mi la mayor complejidad de maternar en simultáneo no fue cambiar dos pañales, preparar dos mamadera o sostenerlas haciendo equilibro para que mis dos bebés tomaran a la par porque esa es parte del trabajo que llamo “en serie”. Mis hijos mellizos aunque con su propia individualidad me exigían la misma sintonía de acciones, intereses y atención muy diferente a lo que supongo debe ser satisfacer los dos tipos de necesidades de movimiento, paciencia, atención y dedicación que nos deben proponer un bebé y una casi niño separados por algunos pocos meses de diferencia.

Mis recuerdos angustiosos de lo que complicado que es ser madre de mellizos tienen que ver con lo emocional. Yo lo sentía como un ejercicio constante de tener que elegir en situaciones donde no hay opciones sin costo o sin renuncia. ¿Qué era más importante respetar la paz o la angustia?, ¿Qué requería más mi atención el hambre o la tristeza?, ¿A quién debía contener cuando los dos están igual de angustiados?. Si estaba amantando a Juan y Lu se ponía a llorar desconsoladamente. ¿Debo interrumpir ese momento nuestro para atender a Lu o debería respetarlo como propio de Juan porque Lu ya tomó?. ¿Si amamantaba a los dos juntos y uno se ponía incomodo cómo acomodarlo sin alterar la tranquilidad de su hermano?. Así se pasaron los primeros meses pensando cómo equilibrar el afecto?.

Ser madre de mellizos fue y todavía aún lo es, un trabajo para evitar la unicidad. Porque si bien es fácil individualizarlo desde la intelectualización, en el minuto a minuto de la crianza he tomado decisiones para los dos, cuando sólo uno lo necesitaba. Muchas veces ni siquiera me daba cuenta hasta pasado un tiempo donde nuevamente debía considerarla y re afirmar eso que sabía pero a veces me olvidaba: lo que es mejor para uno puede no serlo para el otro.

domingo, 10 de junio de 2012

Etiquetas no mellizas

Durante estos días estuve pensando en mis hijos y sus capacidades. Juan nació con mejor peso, pude amamantarlo de inmediato y a los días ya estaba en una cunita al lado de su hermana donde podíamos alzarlo constantemente. Lu en cambio debió estar más tiempo en incubadora y cada día que pasaba habíamos fuerza para que llegara a esos benditos dos kilos que nos permitirían volver a casa. Me acuerdo de hasta pensar:  "Ojalá tenga el pañal con algo de pis para sume un poco más". Cada gramo era recibido como una noticia libertadora en la carrera de la retirada no sin antes pasar por internación intermedia algo así como una escuela pupila para padres primerizos.

Ya en casa, Lu era una bebé que se manifestaba sumamente tranquila y dispuesta a pasar de brazo en brazos con entrega y sonrisas de bienestar. A pesar de su pequeñez parecía más preparada para su tarea de vivir. Juan en cambió dejo su placidez hospitalaria para llorar, llorar y llorar. Pero esa foto de la primer semana cambió rápidamente para intercambiar sus caracteres. Mientras Juan se fue aclimatando a nuestro habitad, Lu se volvió sumamente llorona y siempre parecía estar a la sombra de los avances de su hermano: el comía muy bien mientras ella no, ella solía vomitar mientras el eran pocas las oportunidades, Juan se dormía tranquilo en cambio con Lu era una odisea.

Luego vinieron las habilidades motrices y aquí claramente Juan le paso el trapo: Juan repto algo así como dos meses antes que su hermana, gateo un mes antes que Lu intentar sus primeros intentos de traslado, se sentó mucho tiempo antes que ella. Mientras Juan podía dar varias vueltas por mi casa, Lu solo había conseguido desplazarse pocos centímetros. Durante le primer año de vida de mis hijos, para todos estaba la idea instalada que Juan lograría todo aquello que se propusiera y en cambio a Lu, habría que ayudarla, ser sensible con ella y estar a su lado para que realice sus primeros logros.

Al segundo año de vida puedo decir todo lo contrario, Lu dió sus primeros pasos mucho antes que su hermano y cuando ya tenía una marcha bastante estable él recién comenzó con sus intentos. Hoy Lu se la pasa hablando todo el día y no deja de sorprender con su vocabulario: saque (por sacame) ashias (cada vez qeu recibe algo), verde y amarillo (cuando encuentra objetos de ese color, y asi va repitiendo cada palabra que pesca del mundo adulto. Hoy Mi hija mujer parece llevarlos mucha ventaja a su hermano que solo atina a decir; tata, papa, mamá y no se si alguna palabra más.

Como en una carrera, algunas veces lleva la delantera uno y luego según la curva parece primerear el otro. Es una cerrara muy larga, por eso mejor no etiquetar por si de hecho lo hubiera hecho no se como hubiera compaginado hoy la velocidad actual de Lu con su lentitud de ayer y al revés con su hermano.
Si bien las etiquetas a veces son funcionales con los mellizos hay que tener cuidado donde ubicarlas porque muchas veces por más certeras que fueran pueden dejar muy pronto de ser reales.

domingo, 3 de junio de 2012

Hablar en colores

Desde hace tiempo me he propuesto hablar en colores con la esperanza de que de esa forma podría introducirlos en el mundo de los colores a mis hijos. Todos los elemento tiene un color que por estos días. Es así que yo me pongo el buzo rosa, mi hija se pone los pantalones azules, mi auto ya no es el auto de mamá sino el auto celeste, el pasto ya no es solo el pasto sino que es el pasto verde.

Fue una decisión casi espontánea que se fue dando como respuesta a una pregunta de Lu que se refirió a algo rosa y desde entonces cada cosa tuvo su color. Cada vez que ordenamos también lo hacemos por color: guardamos los cubos rojos, luego los azules, y así sucesivamente. Es muy fabuloso vivir en colores y hasta pasar por una verdulería y llamar a cada una de las frutas también por sus pigmentos. En casa tenemos zanahorias naranjas, manzanas verdes y bananas amarillas.

Lu ha copiado esta actitud adulta y se la puede escuchar nombrando cada color de las prendas de nuestras visitas a la vez que señala con su dedito. Nuestros amigos quedan sorprendidos y yo también porque como una pequeña esponja ha absorbido eso que nosotros fuimos haciendo casi sin querer pero con ánimo de ayudarlos.

Dentro de poco en casa comenzaremos a hablar de formas y entonces diremos la mesa rectangular, los vasos cilíndricos y así sucesivamente. Cuando me preguntan ¿Vos le enseñaste?. yo no se que responder porque de verdad creo que no les enseñé, simplemente les presenté y así como Lu los descubrió a Juan todavía los colores parecen no interesarle.

martes, 22 de mayo de 2012

Criar acompañada

No quería ser una madre superada sin energías para pensar, observar, organizar y modificar aquello que se podría mejorar. Tampoco deseaba pasar esta demandante etapa pateando la esperanza de una vida mejor. Necesitaría mis mejores capacidades para conectarme por partida doble como cada uno de mis hijos se lo merecería.

La única solución – dado que vivo lejos de mi madre y mis afectos – era involucrar otros brazos amorosos que me permitieran delegar en buenas manos cuando yo estaba dedicada a mi otro bebé. No recibiría de esta persona el mismo amor que yo le hubiese prodigado, ni este afecto sería entregado de la misma manera que lo haría yo, pero no por eso lo consideraba disvalioso.

Mi desafío era encontrar personas experimentadas en el arte de criar, arropar, acompañar en el comienzo de la vida para formar una tribu amorosa y contenedora. ¿La humanidad no se habría criado rodeada de brazos familiares y vínculos cercanos que asistían a la madre cuando la demanda era demasiada?, ¿Las antiguas tribus o comunidades no habrán estado colmadas de ánimos colaboradores y deseosos de participar en el acto de criar considerándola casi una responsabilidad compartida?

La vida moderna nos presenta una imagen de una diada materna encriptada que nos deja aisladas, encerradas y más solas que nunca en las crianza. ¿Porqué podría ser perjudicial para mis hijos ser criados rodeados varios amores?, ¿Porqué sería beneficioso para ellos que yo fuera la única proveedora emocional cuando este vínculo podría además ser enriquecido con otros afectos que se irían construyendo?

Me encanta pensar que mis hijos tienen su propia tribu moderna y si bien no es la que más me hubiera gustado como sería mi familia y amigas, es la que pude armar con todo mi amor. Una comunidad acotada de mujeres que me ayudó a arrullarlos desde el comienzo de su vida y que les han enseñado a reconocer al mundo como un espacio múltiple.

Mis hijos han aprendido a reconocer diferentes formas de relacionarse, los distintos sabores que puede tener la misma comida y la multiplicidad de posibilidades que presentan los vínculos. Será por eso que mis hijos no tienen un solo vínculo de apego sino que tiene múltiples. Ellos saben que además de mamá pueden confiar también en esos afectos.

Yo creo que para mis hijos fue enriquecedor. Ellos han estado rodeados de siempre una sonrisa alegre que estaba gustosa de alzarlos, calmarlos, mimarlos y observarlos. Ellos han experimentado la sensación permanente que sus necesidades o deseos son legítimos y dignos de ser considerados. Sobre todo han aprendido que cada persona es un mundo como lo son ellos mismos y que cada vínculo nos renueva de alguna manera algo de nosotros.

Para mi como capitán de este barco, si bien me facilitó la tarea no siempre por eso fue un lecho de rosas. Tuve que salir de un lugar de madre omnipotente que siente que siempre es lo mejor para sus hijos para también aprender de otras modalidades y estilos; otras tantas veces me encontré sometida al silencioso cuestionamiento sobre si estaba haciendo lo mejor y en la mayoría de mis días puedo afirmar que dediqué algo de energía para invitar a la tribu a sumarse a mi mirada de respeto. 

sábado, 12 de mayo de 2012

Lu alérgica a la lactosa

Desde que Lu estaba en la incubadora tenía exabruptos de llantos. Lloraba con enojo, poniéndose absolutamente roja con una fuerza que contrastaban con su endeble apariencia. Durante los meses siguientes, Lu además comenzó a vomitar luego de cada toma tanto de mi leche como de fórmula. Escupía un chorro generoso mientras yo me atemorizaba pensando que de seguir con esa conducta bajaría de peso tanto que nos volverían a internar. Ya ni recuerdo la gran cantidad de comentarios bien intencionados que recibí que lejos de cumplir su cometido me desorientaron más aún: "Estas nerviosa por ser primeriza y se los trasmitís", "No tenés leche suficiente", "Tu hija no se está alimentando bien".

Si alguien comentaba: "A esa bebita le pasa algo" yo buscaba miles de formas para justificarla. "Mi hija está bien, se está acomodando al mundo y puede no ser fácil para ella. En la vida hay que gente que llora menos y otros que lloran más" me justificaba. Al borde de la desorientación fuí a un gastroenterólogo infantil, con la última esperanza de por lo menos conseguir una respuesta que me ayudara a inhabilitar cualquier comentario sobre mi hija.

La entrevistas duró lo que me llevó este diálogo:
- “Vomita en chorro como si estuviera molesta. Me hacer acordar a cuando yo tenía ataques de alergia que me ponía algo nerviosa y no podía conmigo misma”.
Su respuesta fue:
- “Vamos a probar con una leche sin lactosa durante cinco días. Si mejora, tema solucionado”.

Me fuí pensando casi enojada: ¿Cómo podría darme esa diagnóstico en menos de un minuto? ¿Y cómo podría recomendarme que le dejara de dar mi leche?. Pero era tanta mi desesperación que decidí probar. A pesar de mi escepticismo a los cinco días con la nueva fórmula -con una composición que ayudaba a la digestión- el carácter de Lu se apaciguó. Mi hija dejó de vomitar, comenzó a reír y yo dejé de angustiarme. Entonces aprendí que Lu no era berrinchera como el mundo solía llamarla, sino más bien una beba que sabía expresar su incomodidad.

Me sentí mal por haberlo negado y sólo haber buscado protegerla, me sentí mal porque sólo le había dado de mamar cinco meses. Pero con el tiempo comprendí que había necesitado ese tiempo para observarla con ánimo de conocerla.  Y por supuesto cuando ya se la notaba mejor, le mezclaba de mi leche mezclada con su fórmula mientras su carácter se mantenía estable. Mi querida Lu, tenía ahora una experiencia de vida mas agradable y para mí eso era todo.

viernes, 11 de mayo de 2012

A Juan le gusta abrazar

Juan es demandante y, desde sus primeros días, sabe pedir amor. Será por eso que toda la tribu siempre lo ha preferido para querido cuidarlo, mimarlo y protegerlo. Es como si con su demanda, hiciera sentir que ellos son imprescindibles en su vida. Nadie puede resistirse a considerarlo como su debilidad y él no abandona su trabajo de seducción hasta que no lo ha conseguido.

A Juan le gusta el contacto piel con piel por eso cuando se sienta prefiere hacerlo junto a alguien con el costado de su cuerpo en contacto con el de su compañero. Juan parece hacer del cuerpo ajeno un refugio que necesita para luego tomar envión hacía un rosario de saltos y demostraciones de alegrías que siempre son físicas. A Juan le gusta abrazar y demostrar amor, será por eso que su papá disfruta cada noche de estar así con él como un antídoto para las preocupaciones del mundo adulto.

Desde hace un año sigue jugando al ¿Dónde esta Juan? Se esconde y ante la pregunta de su presa de seducción dice: “Acá esta”. Es un pequeño show que utiliza para volver la atención hacia él, si por alguna razón la audiencia se hubiera distraído. A mi hijo no le gusta que pierdan la atención en él, claramente prefiere él perder la atención en el otro. Juan siempre desea tener aquello que llama mucho la atención y sino lo tiene la parece perfectamente lícito obtenerlo por cualquier medio. 

¿Abuela Pikler?

Si no es fácil ser una madre Pikler que tiene que dar constantes respuestas por su forma de actuar, por romper el molde de lo que la cultura nos impone como adecuado, pero menos aún es ser abuela pikler.

Mi mamá tuvo que soportar sin tantos elementos como yo -que había leído el libro y que podía ver cada día como progresaban- todo tipo de críticas y acusaciones sobre porque no me hacía recapacitar para que no dejara más a los bebés en el piso con los peligros que allí podía haber cuando eran tan pequeños y sobre el porque no los ayudaba a caminar como buscando atrasarlos para que siempre fueran pequeños.

Mi mamá tuvo que aceptar mis ideas nuevas -como ella siempre las llama- también en la crianza de mis hijos, como también mis quejas sobre porque todo el mundo opinaba sin tener información y mis largas disquisiciones sobre porque era lo mejor para mis bebés.  La he visto a fuerza de mis pedidos y de congraciarse con las costumbres de mis hijos, tratar de avisarles con la palabra lo que iba a suceder.

Criar hijos y tener nietos que se crían con un método o una mirada diferente a lo establecido no es fácil porque en algún lugar pareciera mover estanterías de los demás. Muchas veces me he sentido luchando por hacer comprender eso que para mí se caía de maduro pero que no parecía así para el resto del mundo.

Mi mamá ha deseado verlos impecablemente vestidos en lugar de cómodamente vestidos y hasta algo sucios en post promover su libre motricidad. Mi mamá ha debido cambiar su chip sobre crianza abrirse a la observación junto conmigo. Y cuando no ha podio más se ha cansado y me ha dicho que me deje con tanto cuento si yo he sido criada como todo el mundo y tan mal no salí. Evidentemente, mi mamá me ha expresado eso que muchos personas pensaban pero no se animaban a expresar. 

jueves, 10 de mayo de 2012

Lu la eligió

Dominga esta hace tiempo en casa, no solo vela porque mis bebés sino que también cuidó a los hijos de Martin. Si a esos números le sumamos la crianza de sus cinco propios, lleva una cuenta que supera en cuatro veces la mía.

Durante mi embarazo que también lo deseó, afirmaba a los cuatro vientos que ella malcriaría al varón, siempre los había preferido y esta vez no sería la excepción. Esas fueron sus declaraciones durante los meses en lo que me acompañó, me alimentó sanamente y me alertó sobre mis movimientos excesivos a la vez que custodiaba por mi descanso.

Cuando mis bebés llegaron a casa, todas sus profecías se diluyeron. Por alguna razón que desconocemos ella y Lu se eligieron y pasados dos años todavía siguen haciéndolo. Cuando de pequeña Lu lloraba sin parar, Dominga sabía envolverla como un paquetito y le cantaba "yo tengo una muñeca vestida de azul" al tiempo que la mecía con ánimo de hacerle pasar su malestar. Dominga tiene un ojo que distingue la gente buena de la mala, lo que esta bien de lo que no y no duda en expresar si tiene la posibilidad.

Por alguna razón mi hija Lu se siente contenida con esa personalidad y anda por los rincones buscando a Domi con la suele llamar ahora. Ese amor se manifiesta en varías acciones suyas y por estos días se la puede ver a Lu imitándola. Si Dominga dice: ¡Señor! Como haciendo saber que no esta de acuerdo con el desorden provocado por mis hijos, Lu lejos de amedrentarse se para en frente de ella y grita con ella: ¡Señor! también.

Mi hija Lu parece comprender el carácter de Dominga como si algo tuviera que se pareciera al suyo. Para constatarlo solo hace falta verla a Lu, cuando Juan algo hace algo no permitido como abrir el horno o los cajones de la cocina, cómo se le para a su lado mientras con el dedo índice le dice enfáticamente: ¡No, no, no!

Nuestros hijos eligen sus propios amores y en contra de todas las predicciones, Lu conquistó el corazón de Dominga para convertirse en su preferida.  

Esa tribu que nos dio tanto

Me acuerdo el día que vino a trabajar María, estábamos preocupados por un acontecimiento familiar. Era fin de semana y yo me encontraba con mis bebés -que tenían pocos meses- angustiada mientras Martín resolvía los inconvenientes.

Vino a nuestras vidas con su tono suave, enorme dulzura y gran paciencia. Me recuerdo haberle entregado a Lu cuando ya no podía calmarla, con algo de miedo pero sabiendo que con nervios y angustia no la podría ayudar. Todavía tengo presente la imagen cuando las observaba junto a la ventana, mientras María la mecía suavemente y el hablaba con igual intensidad. Se le notaba la calma de la experiencia, pero sobre todo de la convicción de que ella podría hacer algo por mi Lu.

María siempre les habló a mis hijos en tono suave pero firme, con esa inflexión que trasmite la seguridad de que estas en buenas manos y que aquello que te dice es porque es lo mejor.

María es un ser sensible a la belleza, a la naturaleza, a la espontaneidad de la infancia. Tiene los ojos más observadores que yo jamás he conocido y puede mostrarles a mis hijos las flores más bonitas de los árboles, los pajaritos más lejanos, las muecas hasta de los cuises que andan por el jardín.

Con ella hemos pasado las fiestas juntas, nuestras vacaciones y la mayoría de los momentos de intimidad familiar. Será por eso que cada vez que les pregunto a mis hijos: ¿Quién viene mañana? Su primera respuesta es María. Y muchas veces tengo que decepcionarlos e invitarlos a disfrutar de otra compañía.

Alguna vez María nos escribió una carta donde nos agradecía por confiarle nuestro más valioso tesoro y la verdad es que somos nosotros los agradecidos por cuidarlos con tanto amor. También nos dijo que ojalá que trabajara con nosotros toda la vida y de nuevo me encanta afirmar, que estoy segura que mis bebés también desean que eso suceda.

Me gusta pensar que mis hijos podrán tomar de cada persona eso que tiene de especial y me encantaría que puedan quedarse un poquito con los ojos de María. Esos que saben observar para cuidar, estimular, calmar, disfrutar y sobre todo para mimar. 

jueves, 3 de mayo de 2012

La búsqueda

Luego del casamiento Martín me pidió dos años para armonizar la pareja, para ensamblar la familia con sus cuatro hijos – en ese momento no sabía cuán difícil sería - y como yo tenía ganas que él sintiera también de que tengamos un hijo juntos lo acepté.  

Pero claro, cuando se cumplió la fecha pactada la ansiedad me empezó a acorralar y con ello el circulo vicioso mensual de la ilusión y la desilusión que se repitió durante casi un año más. Decidí consultar con una médica para saber si todo funcionaba bien en mí y por entonces resultados de los estudios me sugerían simplemente esperar en calma. ¡Qué fácil! Pero no me digan que es un estado natural te morís de ganas de ser madre, te faltan dos años para los 40 años, tu marido 50 y te ronda en la cabeza la idea de que en tu familia hubo varias casos de complicaciones de fertilidad. No obstante, traté de transitar ese tiempo con onda, pero claro está ¡no pude! Mis temores y mi ansiedad me jugaban todo el tiempo una mala pasada. ¡Pobre Martín, mi familia y mis amigos!

Finalmente después de varías y varias más lágrimas derramadas a borbotones, tomamos la decisión de consultar con Sergio Pascualini. Me lo habían recomendado como uno de los mejores especialistas del país y desde entonces yo también lo hago cada vez que puedo.

Llegamos con Martín a la primera entrevista entusiasmados y expectantes, aunque yo con algún temor de encontrarme con alguien poco cálido, que me tratara como a un número y sin capacidad de contención. Durante ese primero encuentro, mis reticencias se comenzaron a diluir porque me encontré con un profesional que parecía fascinado por desafiar las leyes de la naturaleza para cumplir mi sueño y esa actitud, que podía leerse como frío a mí resultó tranquilizadora. Me encantó ser uno más de los desafío que buscaba dilucidar como prueba personal.

Más tarde, con los resultados sobre la mesa sus palabras fueron definitivas: "Sin tratamiento son pocas las chances, pero con una pequeña ayuda no tengas dudas que vas a lograrlo". Aliviada por su convicción y certeza esa entrevista fue el punta pie de querer yo conocer todas las opciones: de menor a mayor complejidad, de simples a engorrosas, de menos invasivas a las más efectivas.

De esa consulta, me llevé la invitación a recorrer un camino y para la largada sólo era suficiente una estimulación ovárica… vamos despacio y así fuimos.

domingo, 29 de abril de 2012

¿Las madres somos un hilo conductor?


En la película Loczy: un hogar para crecer, se puede observar que en el orfanato el énfasis está puesto en la importancia de generar una rutina previsible para que los niños puedan anticiparse y entender lo que sucede a su alrededor. Esta rutina esperable funciona como un hilo conductor para estos chicos abandonados. Desde la perspectiva de un bebé o niño debe ser algo como: si yo sé lo que va a pasar y pasa…me siento seguro.

En el caso de mis hijos, esta rutina obviamente no es tan estricta y la mayoría de las personas que se relacionan con ellos no tenemos la formación Pikleriana de Loczy, así que supongo que ese hilo conductor soy yo como mamá.

Me gusta pensar que mi función tiene mucho que ver con generar un ambiente previsible, una rutina que les haga sentir seguros. Es decir, que eso que sospecha que sucederá, pase y eso que prometí, se cumpla.

Por eso, cuando me voy de casa, no me gusta mentirles ni salir a escondidas, prefiero que registren que me voy y que no me deberán buscarme por la casa. Me da tranquilidad invitarlos a participar del ritual de la partida y la llegada, dándoles un beso, explicarles y que acompañen hasta la puerta. Es verdad que a veces se quedan llorando, pero lo prefiero a desorientarlos. Además como se que se quedan con otros referentes de apego prefiero que sepan que es con ellos que con quienes deberán contar.

En general cuando me voy, Lu me saluda con su manito a modo de adiós y Juan se aferra con uñas y dientes, pero creo que más importante que el par de lágrimas pasajeras que derrama, es construir su seguridad y una lectura correcta de su realidad minuto a minuto. Como siempre mama vuelve…

jueves, 26 de abril de 2012

Soberbia Materna

Los otros días me encuentro con una señora que me cuenta: - Mi nuera tiene trillizos de la edad de los tuyos mios y un bebé de 8 meses. A lo que yo pregunto: - ¿Pero como hace? ¿Todo el mundo la ayuda? ¿Vos sos parte del staff de baile, no?. A lo que ella me responde: - No! No quiere que nadie la ayuda.  Entonces volví a inquirir: ¿Cómo pueden atenderlos a todos con la calidad que se merecen?. Y no recibí respuesta.

Me quedé pensando en ese concepto tan diferente a mi mirada. ¿Porqué hay una idea generalizada de que una madre debe hacer todo y nadie más puede hacerlo como ella?, ¿Porque una madre no quiere que nadie más le de amor a sus hijos con lo maravilloso que debe ser estar rodeado del amor de mamá de otros afectos también?, ¿Porque una madre puede pensar que solo ella puede detentar un conocimiento certero sobre ese hijo, si no tiene ni siquiera el tiempo suficiente para observarlos?.

Cuando nacieron mis hijos yo me sentí muy perdida emocionalmente mi forma de tener control de la situación eran cuestiones menores como un cuaderno donde se anotaba todo: cuanto dormían, cuanta leche tomaban, cuando hacían pis y caca, en la dinámica de dos puede ocurrir cambiar dos veces al mismo bebé o brindarle dos mamaderas en medio de la noche.

Pensar que sólo uno puede hacer lo mejor para un hijo es soberbia, claro que las madres somos las madres, pero yo he comprobado como mis hijos se han calmado en brazos ajenos que más tranquilos y sin tanta emoción ha podido acunarlos con entrega y amor. Y muchas veces yo he experimentado esa sensación de entregar amor a un bebé que no sea mis hijo, por el solo hecho de enternecerme por su condición y buscarle trasmitirle en ese instante lo mejor de mí. Si evidentemente, quizás no la sentirán como su mamá, pero si como alguien más, como una nueva posibilidad, como un nueva figura de apego.

Se me viene a la cabeza esta nueva forma de vida que tenemos donde las madres estamos solas, encerradas sin la mirada de nuestros pares, en mi caso ni de mi madre por vivir lejos, tan alejado de esa crianza que debe haber dado en el pasado donde uno sabía criar porque siempre estaba rodeado en la tribu de algúna persona que también estaba criando...Habrán existido en esas tribus trillizos? y habrá habido la posibilidad de que esa madre hubiera pedido que nadie intervenga...evidentemente la modernidad tiene cosas maravillosas por ejemplo el aumento de los nacimientos múltiples, pero otras no tan sanas ni enriquecedoras.

Cuando nacieron mis hijos yo supe que al ser dos mis brazos se tendrían qeu dividir, y algunas veces tuve celo de que otros brazos les dieran ese calorcito inherente a nuestra condición. Pero me alegra haber sido yo quien se banco el malestar y no quitarles a mis hijos la posibilidad de sentirse amados.

jueves, 19 de abril de 2012

El día que nacimos

Los días previos al nacimientos no fueron los mejores de mi vida, los dolores de cabeza me aquejaban constantemente y las perdidas momentáneas de mi capacidad del habla me asustaban. Las profecías de una neuróloga de guardia del mejor centro del país tampoco ayudaron y entre confusiones y lecturas encontradas de la mi resonancia, prefería salir de ese centro caminando a media noche asumiendo el supuesto riesgo que ella veía pero que yo sentía como remoto.

El domingo me quedé en cama acompañada por Martín y mi mamá que había venido a cuidarme desde Córdoba. Estuve tranquila pero atemorizada en silencio pensando que si esa posibilidad existía quería que mis hijos vivieran y se acompañaran mutuamente. En ese momento también bendije en silencio que fueran mellizos. Ese  día solo caminé y me senté en la mesa junto a mi abuela que con sus cien años sobre su espíritu jovial había venido a visitarme y desearme lo mejor. Fue una visita preciosa que me alejó un poco de aquellas desafortunadas palabras atemorizantes.

El lunes continuó mi descanso a la vez que mis intentos para que uno de los mejores neurólogos del país me diera una cita para confirmar o descartar aquello que yo prefería aceptar como incorrecto. Al día siguiente, el martes 18 de mayo obtuve una cita extraordinaria con él y debería asistir también a la pactada anteriormente con mi obstetra.

Ese día me levanté y comencé mi recorrido, en la consulta mi médico me dijo que mis valores de proteinuria estaban altos lo que indicaban una preclamcia por lo que los bebés deberían nacer ese mismo día. Me invitó a buscar mis cosas por mi casa para ir a la clínica no sin antes consultar con el neurólogo que nos brindara toda la información a considerar. Y poco tiempo después, el profesional nos confirmó aquello que comenzaba a ponerse sobre la mesa: absolutamente todos mis malestares se debían a la misma causa. Yo encajaba en varios de los casilleros de la preclamcia: era primeriza, tenía edad avanzada y era madre múltiple.

Con un poquito más de tranquilidad llegamos a la clínica y en esa sala de espera que estamos las parturientas antes de ingresar seguí deseando en silencio que todo saliera bien para los tres. Quería estar yo ahí para cuidarlos en lugar de cruzarme con ellos en esta vida.

La cesárea pasó y más un sonido de serrucho no sentí nada más. Lo único que me acuerdo fue cuando levantaron a Juan y me lo mostraron con su cabeza enorme, su necesidad de oxigeno y un montón de palabras amorosas de quienes me rodeaban. "Es grande y sano" dijo la partera. A pesar de la alegría yo seguía concentrada en la próxima escena y luego de dos minutos nació Lu a los gritos. Y también llegaron las palabras: "Es chiquita pero fuerte". No me voy a olvidar nunca la felicidad de verlos ahí a los dos acostaditos uno al lado del otro.

Hasta que se fueron con su papá a conocer a la familia y yo me quedé enterándome que ese día mis hijos habían decido nacer por mi incipiente dilatación. No fue el parto soñado, pero para mi fue el nacimiento más especial que nunca hubiera podido soñar.

miércoles, 18 de abril de 2012

Invitados a la vida







Mi embarazo fue deseado, muy deseado. Quizá por eso no me canso de decirles a mis hijos que fueron invitados a la vida.  En los momentos de intimidad, les cuento cuánto los imaginé, cuánto los esperé y me encanta hacerlos sentir bienvenidos. Se los digo - aunque yo sé que ellos lo sienten mejor que nadie -  porque creo que debe ser lindo escucharlo.

Durante las largas horas que se sucedieron una tras otra en los 19 días que estuvimos con Juan y Lu en neonatología, comprendí que nadie puede vivir sin ser invitado, aunque más no sea  por uno mismo.  Nacer es tan milagroso que tiene que haber muchas deseos y ganas para que suceda. En las varias filas de incubadoras una al lado de la otra, que albergaban esas incipientes y pequeñas vidas al borde del abismo, todas parecían estrellitas lejanas y diminutas, con luces tenues pero con enormes ganas de brillar.

Siempre me pregunto que será de Facundo –nuestro vecino de neo - que con no más de 800 gramos se defendía de las apneas como podía y días tras día compraba un nuevo pasaje a la vida. También recuerdo el enojo de Martín, cuando en las llegadas matinales veía a Juan solito con una sonda, porque su vecino había necesitado un cien por cien de atención y no había brazos para alimentarlo.  

No puedo olvidarme de mi absoluto desconcierto que no entendía porque habíamos ido a parar a ese espacio de tanta complejidad cuando mis hijos parecían estar bastante mejor comparado con sus vecinos. Me acuerdo también con desconcierto de los llantos de Juan, que desentonaban completamente en el lugar y que llamaban la atención de los otros padres, porque los bebés que están tan mal casi no pueden llorar.

A nosotros nos tocó así, en vez de la cuna soñada con moños rosas y celestes, incubadoras plásticas, con sus chillidos robóticos permanentes, rodeadas de enfermeras y médicos especialistas, en el medio de un paisaje aséptico y con aroma a desinfectante; pero nunca me voy a olvidar de la emoción de abrazarlos descubriendo ese enamoramiento profundo y tan del origen de nuestra condición.

Nunca uno imagina cómo serán los primeros días de maternidad, y si bien me llevo esa imagen visual de hospitalización, también me llevó el recuerdo hablarles despacito mientras le contaba de nuestra vida, de nuestra casa, de nuestros sueños, de nuestras ganas de compartir la vida. Porque al final cada vez que los alzaba los únicos que estábamos éramos nosotros, como hacía días en la panza. Y el mundo quedaba afuera, allá lejos de nuestra emoción.

Orden y sentido

Su corralito que hasta ahora había sido un espacio que nos dio muchas alegrías, ahí Juan y Lu pudieron estar en el piso observando tranquilos en un espacio reservado donde nadie los podía pisar ni distraer ni sorprender, un lugar limpio donde todos cuidamos que ellos pudiesen estar a sus anchas, un lugar lleno de objetos adaptados para ellos, un espacio para que ellos pudieran estar en libertad. Sus producciones como le decíamos que a la luz del adulto eran desordenes absoluto de juguetes eran respetados considerando que eran su propia obra de arte y las únicas que podían producir por su edad.

Pero estoy notando que cada vez más mis hijos - sobre todo Lu- comienza a interesarse por las categorías del mundo adulto. Les gusta guardar sus cubiertos en el cajón de la cocina ni bien termina de comer, si ve un zapato en algún lugar de la casa los toma, se los entrega a su dueño cuando no intenta ponerlo. Es notable que Lu, está buscando organizar lo que conoce de su mundo. 

Pero claro, en su corralito no puede hacerlo hasta ahora porque lo único había era un gran piso con algunos juguetes en sus límites, sin ninguna categoría ni lógica que ella pueda entender. Me he puesto manos a la obra, este corralito gigante que albergo a mis hijos hasta ahora buscará convertirse en un espacio de juego más organizado en donde ellos ahora que caminan y tienen las manos libres para el hacer. 

Nuestro corralito gigante se re inventará con mesas y sillas para crear, descubrir, practicar y unas estanterías para categorizar juguetes y delimitar espacios. Estoy segura que Lu sobretodo es lo que anda necesitando ayudarnos en el orden para si, sentirse lo que es cada vez más, un participante activa de nuestra casa.

Me parece que de pronto ver ese espacio ordenado les dará seguridad, porque de ahora todos sabremos donde están las cosas que nos interesan. Mis hijos, el corralito y yo, no estamos adaptando cada vez a los nuevos intereses y asombros de mis hijos.

Y Juan se defendió...

El sábado un amigo de mis hijos cumplió dos años y allá fuimos a la fiesta. El festejo tenía todo y más: invitados en cantidad, un enorme castillo inflable, dos autos para disfrutar en el jardín, un pelotero para los pequeños y muchos dulces para deleitarse.

Juan, como siempre se entregó al disfrute sin dudarlo. Después de rondar por cada uno de los juegos, el pelotero fue su última estación.  Siempre le gustó este juego donde él se puede tirar de lleno y también le gustó esta vez la idea de seguir a un niño que tiraba pelotas por el aire en manifestación de alegría.

Mientras él se mostraba encantado con el espectáculo, algunas pelotas comenzaron a dispersarse. Un niño mayor trato de corregir esto indicándole que no sacara las pelotas y cuando Juan quería entrar al pelotero, el niño mayor lo empujaba apoyando su mano en el pecho de Juan e impidiéndole el ingreso.

Juan parecía no dejarse detener y daba la vuelta al pelotero e ingresaba por otra entrada. De esa forma lograba su cometido. Mientras tanto, yo observaba la situación a una distancia prudencial y cuando se requería mi presencia me acercaba para explicarle amorosamente al otro niño que Juan era más pequeño y que yo me ocuparía de volver las esparcidas pelotas a su lugar.

Pero la mano en el pecho de Juan cada vez que intentaba ingresar me daba algo de impotencia. Pensé que lo mejor era que si la situación estaba controlada dejara que mi hijo lo resolviera por si mismo y además: ¿Qué otra posibilidad tendría? ¿Debería alejarlo de aquello que le gustaba o corregirlo con vehemencia para que no tire las pelotas cuando en un cumpleaños todo es excitación?, ¿Debía ser mas dura con el otro niño que estaba afirmando algo que era cierto? ¿Debería haberme compadecido  de mi hijo porque fuera más chico y que por eso la situación era injusta?. Lo único que pude hacer fue observar... y para mi sorpresa luego de algún tiempo escuche un llanto...

Juan seguía sin poder ingresar al pelotero porque claramente el niño se lo estaba impidiendo. Pero por esta vez la mano no estaba en el su pecho si no en sus cerrados dientecitos. Con este pequeño acto, Juan había dejado en claro que no es gratis provocarlo. Me acerque rápidamente para pedirle que soltara al otro niño porque eso le dolía, pero adentro mío sentí que Juan se había conectado con su límite y hartazgo. Pero claro, si bien la acción no es la más indicada, a sus casi dos años de vida fue el modo que encontró para defenderse. Ya tendremos tiempo para buscar alternativas igual de efectivas y más amorosas para estos casos.

Roto y sano ¿Qué es?

Desde hace días Juan se ha convertido por momentos en un lanzador. Casi siempre una pelota es el objeto elegido, pero otras oportunidades la cambia por otros menos aptos y sobretodo más frágiles. No obstante, debo reconocer que en su corta vida no han sido demasiado las perdidas por ellos provocados.  Y esto no se debe a que tenga pocas oportunidades de manipular sino todo lo contrario, me encanta darles libertad y estimularnos a que colaboren con la vajilla porque me parece importante para su autonomía mas allá de lo que se puede romper.

Días pasados, Juan estaba jugando con un bols que le había comprado para traspasar botones y en un momento lo que parecía un juego tranquilo perdió la calma y por alguna razón desconocida el bols fue a parar a algún lugar para convertirse en tres pedazos. En el afán de cuidado, lo primero que hizo Tati, quien me ayuda a cuidarlos fue sacarle aquellos pedazos mientras le explicaba que lo había roto. Pensé si Juan entendería aquello sobre lo que le estábamos hablando acabadamente y como se sentiría al respecto de seguir su impulso y encontrarse con esta consecuencia no planeada que ni siquiera llegaba a comprender.

Me quede pensando si al sacarle lo más rápido posible no le quitaría una oportunidad de comprender aquello que había sucedido.  Me pareció importante que el pudiera tocar y descubrir qué eran esos pedazos, de donde había venido, porque se había convertido de esa manera y ya no eran lo que el esperaba. Si bien es verdad que las puntas podían ser peligrosas, preferí correr ese remoto riesgo a la vez que lo observaba. Juan tomó los pedazos como pudo y salió de la cocina al garage, donde se sentó - como si nuestra presencia lo delatara y avergonzara - y trato de organizar esos pedazos como en un intento de armado para que fuera aquello qué el conocía y no ese nuevo objeto que no entendía.

Durante esos minutos lo espiamos - respetando su necesidad de intimidad pero a la vez que protegiéndolo - en sus intentos desesperados de armarlo y luego de varios intentos se mostró vencido por la imposibilidad de lograrlo. Fue entonces que me acerqué con otro bols simular y lo puse al lado de lo que el anterior, para que Juan pudiera descubrir por él mismo eso que nosotros le describimos a veces como "roto" y "sano". Creo que con su escaso año y diez meses, tuvo la oportunidad de conjeturar sensorialmente lo que había sucedido: el sintió que lo había roto, no había pasado en las otras oportunidades que había ejecutado esa acción, pero esta vez había sucedido algo inesperado.

Me parece que muchas veces los adultos en nuestro animo de enseñarte a cuidar las cosas hacemos parecido a culparlos. Lo rompiste ¿ves?, hay que tratar las cosas con cuidado. Y a veces me quedo pensando: ¿Entenderán más rápidamente por nuestras palabras lo que significa sano y roto?, ¿No necesitarán más tiempo para decodificar eso que paso que el que necesitamos nosotros?,

Yo estoy segura que Juan comprendió mucho más acabadamente habiendo visto y palpado ese material roto que de haber oído esa palabra varias de mí. Y creo que de ahora en más su deseo de cuidar las cosas no será el resultado de agradarnos a nosotros los adultos, sino porque no querrá sentir eso que me pareció trasmitir con su mirada cuando vio los pedazos dispersos por el piso. A él no le gusto romper algo, independiente de mí y mi explicación.

La confirmación más evidente que lo entendió sucedió al día siguiente, cuando mientras contaba la anécdota frente a él, mi hijo abandono por unos minutos su absorta concentración de las primeras imágenes televisivas para mirarme por algunos segundos. Tanto a mí como a mi interlocutor nos llamó la atención: el sabía de que estábamos hablando y sabía que nuevo. Seguramente con esta información sus impulsos lanzadores se encauzarán algunas veces si y otras mejor no... Pero eso no yo no puedo explicárselo solo él lo puede regular, para aprenderlo realmente, no?

lunes, 26 de marzo de 2012

Dos actitudes emocionales diferentes

Para mi no es lo mismo ser mamá de una mujer que de un varón porque cada género me pone en movimiento dos situaciones emocionales diferentes. Cuando Lu, hace un berrinche aunque trato de controlarlo, hay algo de mi femenino que se mueve y se proyecta en su capricho.

Me parece identificarme con lo que significa ese no y en muchas oportunidades lo relaciono más que con el motivo propiamente como una excusa que busca generar una respuesta en el otro. Pero si ese no llegara a ser el caso, confío que se repondrá de ese capricho con una sonrisa cercana y lo superará como yo he podido siempre. Es como sin querer la viera más fuerte y se que estos caprichos se superan como yo lo hecho con todas mis malcrianzas, que no son pocas ni siquiera hasta ahora que ya soy madre. ;).

Con Juan, en cambio, cada berrinche suyo apela a otras emociones. Mi condición maternal se mueve hacia un deseo de protección y de buscar revertir eso que le sucede de manera inmediata y definitiva. Es como si al no saber en lo masculino como se siente el límite ni el sufrimiento quisiera ayudarlo a que ese "dolor del no inamovible" se le pase lo más rápido posible. Y como muchas veces no puedo - porque esos no tiene su razón - me quedo pensando que sentirá en su hombría.

Con Juan debo hacer un mayor ejercicio para no volverme blanda, no mimarlo demasiado y que no me persuada con su llanto angustioso. Con mi hijo varón debo convencerme a mi misma intelectualmente para confiar que este hombrecito pequeño - como le comenzado a decir desde que le corte el pelo y tiene más carita de niño - podrá también resolver también sus caprichos con su propia templanza masculina que se le está forjando ahora, para toda su vida.

domingo, 25 de marzo de 2012

Siempre me imaginé mamá

Siempre me imaginé mamá, para mi no existía otra posibilidad que serlo. De hecho a los pocos días de conocer al padre de mis mellis Juan y Lu, le pregunté sobre su deseo de una nueva paternidad tardía como lo llaman ahora. El tenía cuatro hijos de su matrimonio anterior y me suponía que su deseo no era igual al mío. Pero para mi no era negociable. Nunca supe ni me planteaba porque quería ser madre, simplemente lo deseaba. Sabía que sería un camino de maduración, de evolución, de profundo disfrute y ahora sé que no me equivoque.

Me imaginaba a mi misma, cuando llegara el momento como buena madre, me consideraba con una buena capacidad de discriminar lo bueno del mal, una condición empática y con el criterio suficiente para lograrlo. Cero que en algún lugar, me parecía que criar era algo así como moldear arcilla con ánimo de realizar una obra preciosa. Para mi eso era acompañar a mis pequeños bebés hacia la vida adulta.

Siempre pensé también que me sería más fácil ser madre de niños y adolescentes que de bebés porque disfruto profundamente las argumentaciones, la curiosidad, las justificaciones, las elucubraciones y me encanta hablar, debatir, jugar y para eso la palabra me parecía lo sustantivo.

Hoy aunque con un montón de dudas siento que soy buena madre por cosas absolutamente contrarías a las que había imaginado antes de serlo. Aquellas cosas que me parecían un No irrevocable, ahora me parecen gracias, y cuestiones que me parecían ridículas a la hora de relacionarme con un bebé ahora me parecen sustantivas. 


He aprendido que la crianza es un baile de a dos donde cada hijo nos exige un movimiento diferente... y me encanta plantear un camino y luego moverme al compás de la música que cada uno de mis hijos me propone.

sábado, 24 de marzo de 2012

¡Por suerte la torpeza no se hereda!









Mis hijos no son nada torpes de hecho siempre digo que en estos dos años nunca debimos
consultar al médico por una caída de ellos, pero yo su mamá que no fue criada “piklermente” les ha dado sin querer algunos porrazos en los marcos de la puertas cuando me ha fallado el calculo, le he pisado suavemente sus deditos de la mano en alguna pisada distraída y hasta sin querer los he empujado al caminar sin ver que se me habían acercado cuando ya se desplazaban con soltura.

Cada vez que suceden estos accidentes domésticos en la intimidad o con público espectador, los abrazos y me disculpo con mucho de vergüenza y algo de aceptación por esta incapacidad mía conocida. Creo que en algún lugar, fue esta torpeza natural la que me llevó a preocuparme que mis hijos pudieran aprender una forma de moverse en el mundo más segura y armoniosa.

Con orgullo debo decir que gracias a este dejar hacer a su tiempo, no haber invadido sus impulsos motrices y haber respetado sus ritmos que me mostro la visión de Emmi Pikler ellos lo han logrado. Ellos parecieran estar cómodos en su cuerpo y sus capacidades y como bien dicen los piklerianos, Juan y Lu han aprendido a caerse. Cuando algún movimiento no les sale como estaba previsto, saben acomodarse de modo que el impacto tenga la menor relevancia.

¡Bien por ellos que aprendieron también a manejar los desequilibrios! Estoy segura que será una suerte para los hijos de mis hijos! Y eso me alegra por ellos, no se sentirán mal como yo cada vez que suceden! ;)


Los berrinches de mis hijo Juan

Desde hace tres días Juan tiene unos berrinches largos, larguísimos que llegan a durar hasta diez minutos y que me están preocupando. Cuando le agarran corre por toda la casa, zapatea y mueve los brazos como no pudiendo contener tanta bronca, enojo y desesperación.

Si hubiera cambiado algo de su rutina se lo adjudicaría rápidamente, pero como eso no ha pasado no se cómo encontrar la causa. No sé si será una mayor demanda de mí, también he pensado que pueden ser ganas contenidas de hablar más de lo que lo hace -porque esta justo en ese momento de pasar de enunciar sólo un par de vocablos a nombrar al mundo-  y al no lograrlo se siente frustrado y por último que quizás le dolía algo que yo no podía identificar.

Hoy lo he llevado a Josema su pediatra para que lo revisara y me ayudara a entender si quizás se debía a alguna dolencia que no me podía comunicar. Quizás un dolor estomacal pensé cuando lo he visto un poco más inflamado en el vientre y ante su negativa de comer como lo hace habitualmente.

Sus berrinches me desconciertan porque lejos de remitirme a mis propios sentimientos femeninos como me sucede con los desbordes emocionales de su hermana, con Juan me viene una objetividad maternal que tengo que poder ayudarlo. Durante esta semana, han sucedido una vez por día y cuando vienen, me quedo a su lado diciendo que lo acompaño y que voy a estar para lo que necesite.

¿Qué puede darle tanta impotencia, tanta bronca, que puede pasarle adentro suyo que de pronto explota emocionalmente?. Hace días que lo veo con el ceño fruncido con más frecuencia y que veo que llorisquea porque cuestiones que antes le pasaban desapercibidas. ¿Será como otras veces que ante la manifestación de una nueva habilidad viene un periodo más sensible?.

sábado, 10 de marzo de 2012

Crianza amable

Desde hace unos días Lu está con moco y tos. Pero hoy fue diferente porque escuchamos que los pulmones le rugían y entonces decidí consultar al médico. Aunque ella está de buen animo -el fin de semana me apuró- quiero sentirme tranquila.


El consultorio estaba lleno de chicos, toses, mocos y resfrío. A Lu le pareció de los más divertido observar las andanzas de tantos niños. Uno de ellos - Pedro se llamaba - se le acercó para  observarla. Yo miraba expectante sus reacciones, cuando escucho que su mamá le dice a Pedro: ¡Si le hacés algo te surto! Por suerte, los bebés siguieron su ritmo pero yo me quedé tratando de digerir tal enunciación y sólo atiné a decir: "No te preocupe, ella tiene un hermano mellizo y sabe resolver la situación". Creo que la respuesta fue más en defensa de mi hija, pero también del suyo.

Esta anécdota me hizo pensar en las miles de frase que enunciamos los adultos a los niños que en nombre de la cortesía, tendríamos mucho cuidado de decirla a un mayor. "Vas a ver que este regalo llega a casa roto", "Me estás cansando", "Vas hacer lo que yo digo y punto", "No podes estar pegado a mi todo el día", ¿Querés que te pegue yo a vos para que veas que duele? ¿Estas loco? son algunas de las frases que muchas veces escuchamos anestesiados porque a fuerza de tan frecuentes nos parecen normales.


¿No les parece que a veces somos más amables con desconocidos que con nuestros hijos?, ¿Podrán estas frases generar autoestima y motivarlos a actuar amorosamente?, ¿Escuchando un veredicto negativo tendrán ganas los pequeños de cuidar sus juguetes y ser ellos mismos amables?, ¿Se sentirán lo suficientemente protegidos para poder ir más lejos sintiéndose lo mismo amados?, ¿Realmente consideramos que dejarán de tener deseos de pegar con la amenaza de que nosotros le pegaremos a ellos? 

miércoles, 7 de marzo de 2012

Resilencia...

El último mes de mi embarazo fue complicado, pasamos todos los fines de semana de guardias en guardias hospitalarias por mis dolores de cabeza frecuentes, por mi acidez incendiaria dentro mío, por mis perdidas momentáneas de capacidad de habla.

De pronto como si nada un embarazo agradable, bien vivido y maravilloso se fue oscureciendo para no dejarme dormir noche tras noche y llenarme de temores. La situación más dura fue tres días antes de la cesárea cuando luego de largas entrevistas, estudios, análisis en el mejor centro neurológico del país, escuché quizás la frase más desafortunadas de mi vida: "Usted no debería haberse quedado embaraza", como si en ese momento pudiera o deseara cambiar esa historia y como si esa terrible especulación de una malformación neurológica estuviera escrita y no fuese una desgraciada y errónea interpretación médica.

Fueron largas las horas en que buscaron persuadirme para entrar a ese tubo del tomógrafo, donde mi enorme panza me dejaba tan sólo un centímetro para ver la luz de afuera. Una hora ahí adentro donde la única referencia fue la mano de Martín que me sostenía en el temor y la desazón. Solo me acuerdo que una vez adentro, busque acallar el sonido de ese aparato conversando con mis bebés para que ese momento casi perdido se sublimara en un regalo hacia ellos.

Pocas veces en mi vida había escuchado esa palabra resilencia, pero su maravilloso significado se me vino a mi cabeza ese día con la necesidad imperiosa que te da el desconcierto hacia el futuro. No se cuán habrán participado de ese dialogo mis bebés y menos aún sé si realmente se habrá sembrado en algún lugar de su conciencia la idea de que la condición humana cuenta con la capacidad de superar las malas vivencias y de re-inventarlas para buscarles un sentido.

El plan perfecto para él en ese día

Hace tiempo quiero compartir esta mirada de Magda Gerber sobre su visión revolucionaria sobre las habilidades de los niños. ¿Que maravilla, no?. Salirnos de nuestro lugar de sabelotodos y observar. ¡Me encanta!. Se los dejo...

Magda Gerber, famosa terapeuta infantil del mundo y especialista infantil, desarrolló una filosofía revolucionaria en la atención infantil basada en el trato con respeto hacia los niños y en la confianza en sus capacidades que se desarrollen naturalmente a su propio ritmo. 

Nacida en Hungría y educada en la Sorbona de París, Magda llegó a Estados Unidos con su esposo y tres hijos en 1957, tras huir de su país natal Budapest, después de la revolución húngara. Se fascinó con el cuidado infantil, por primera vez, como una madre joven, y más tarde a través de las enseñanzas de sus hijos y los conocimientos brindados por su amiga y mentora, la Dra. Emmi Pikler.

Después de años de observar e interactuar con los niños, Magda adquirió un conocimiento único sobre cómo los padres, cuidadores y profesionales pueden fomentar el desarrollo de la autonomía de los bebés mediante el fomento de su espontaneidad y el deseo de aprender y descubrir por sí mismos. Muchas de sus ideas eran de simple sentido común, tales como la importancia de dar atención y invitar a la participación del niño durante el cuidado diario en las actividades tales como la alimentación, el baño y el cambio de pañales.

Sin embargo, estas ideas fueron poco convencionales cuando se comenzaron a introducir en los Estados Unidos a principios de 1970. En la actualidad, los métodos Magda han sido aceptados y comúnmente practicadas por profesionales, cuidadores y padres, y han influido en las directrices establecidas por la Asociación Nacional para Niños Pequeños (NAEYC), la agencia de acreditación que promueve altos estándares de cuidado para bebés y niños pequeños.

También se refiere al lenguaje de comunicación con nuestros niños desde el principio sobre todo en lo que en las cuestiones que le pasan con su cuerpo. Podemos ser nosotros mismos, hablándoles en nuestro tono de voz normal. Confiando que el lenguaje de desarrollo infantil a es un producto natural de nuestro tiempo juntos. Nunca se tiene que "enseñar". 

Uno de los mejores regalos que Magda nos concede es el conocimiento de que los niños son autodidactas. Auto-aprendizaje significa que no es necesario proporcionar lecciones a un bebé, y que éste no debe sentirse presionado por los avances de su desarrollo.  Los bebés tienen una motivación que los lleva a aprender las cosas que necesitan aprender: habilidades motoras, comunicación y resolución de problemas. 

Nuestra tarea es proporcionarle la base de una relación segura, un entorno seguro y favorable a la exploración y descubrimiento, y dejar que la naturaleza siga su curso.  

No debemos de preocuparnos por no estamos haciendo "lo suficiente", o que el niño no esté haciendo "lo suficiente". Cualquiera acción que un niño sano o niño pequeño decida hacer en su medio ambiente sano es el plan de estudios perfecto para él en un día determinado.  Dejamos de lado el 'hacer', y dejémonos llevar por el observar, aprender, disfrutar. 

domingo, 26 de febrero de 2012

Familia mellicéntrica


En casa el ritual diario de crianza de mis hijos es constante y bastante estricto, pero se fue dando de esa forma casi sin que me lo propusiera. Durante sus 540 días de vida, Juan y Lu se bañaron cada noche antes de ir a dormir, se acostaron en su cuna casi siempre a la misma hora, su siesta raramente se suspendió o se cambió de lugar por razón alguna, salvo cuando ellos lo decidieron y yo lo he respetado buscando preservar todas aquellos actividades que le dan una continuidad a sus días.

Creo que esta vivencia cotidiana previsible y constante, les brinda una percepción de seguridad sobre lo que sucede a su alrededor. Como a todos nosotros, sentir que aquello que esperamos suceda luego la realidad lo confirme les debe ayudar a sentirse competentes y tranquilos,  seguros en sí mismos y en su entorno, confiados en ellos mismos y en nosotros.

Es evidente que la "mellicitud" me condicionó en el hacer de mi maternidad y ante la complejidad de salir sola o necesitar ayuda para hacerlo, en muchas oportunidades he preferido que nos quedemos en casa a nuestro ritmo. Porque no es lo mismo salir con un bebé que con dos, y tampoco es cómodo estar con dos bebés con el humor alterado en un lugar que no es propio, sabiendo que de estar en su atmósfera seguramente manifestarán su bienestar y tranquilidad habitual.

Cuando escucho (no sin una pizca de sana envidia) el relato de otros padres que incluyen a sus hijos en sus actividades llevándolos a un almuerzo, luego a un té y por último a otra visita, se me viene a la cabeza un concepto que alguna vez me dijeron: existen familias bebecéntricas orientadas a satisfacer las necesidades del bebé y otras adultocéntricas que buscan que los bebés se adapten a las necesidades de los adultos. Yo creo que mi familia es mellicéntrica.




En casa muchas cuestiones son particulares. Juan o Lu deben esperar a ser calmados si yo estoy atendiendo a su hermano/a, han descubierto que además de mamá y papá hay otros afectos en quienes confiar y también han aprendido que para dormirse no necesitan ser palmeados ni paseados. Durante sus primeros meses en lugar de dormir con mamá lo han hecho con su hermano como en la panza y actualmente, aunque se resisten cuando hacemos un paseo en cochecito no pueden salirse de él, por la sencilla razón de que mamá no puede correr al mismo tiempo en direcciones contrarias.

Si cada uno de nosotros somos nosotros y nuestra circunstancia, Juan y Lu deben sentir que -al igual no pueden traspasar el piso ni volar - así se vive en una familia mellicéntrica. Y seguramente deben sentir que tener un poquito menos de mamá no se compara con la alegría y privilegio de haber nacido acompañados.

sábado, 25 de febrero de 2012

Mi justiciera injusta

Por estos días estoy notando una nueva actitud defensiva en mi hija. Para admiración de quienes la acompañamos cotidianamente observamos sorprendidos cómo quedo atrás esa posición de pobrecita que se dejaba sacar todo por su hermano o que directamente entregaba sus preciados objetos por temor, para convertirse en una pícara provocadora. Cada tanto se la pueda ver sacándole ella los juguetes a su hermano y corriendo al tiempo que sonríe gozando su pequeña venganza tardía o más bien su victoria personal de superación.

Pero lo que más me sorprende por estos días es ver como sale a la defensa de su hermano. Si alguien le saca algo a Juan, lo empuja o realiza cualquier otra acción que lo hace llorar, ella se queda observando tranquila y ajena en apariencia. Pero cuando los adultos pudimos calmar los llantos y la situación se normaliza, Lu disimuladamente se acerca al supuesto agresor y le tira el pelo con fuerza y definición. Algo así como:  "Con mi hermano no te metas, porque nosotros somos dos".

A mi nueva justiciera injusta poco le importan las razones y si Juan quién sacó el juguete como lo hacía con ella misma, y por ende el responsable del llanto ajeno no le interesa. Para Lu, lo único relevante son las lágrimas de su hermano y con eso no se juega.

domingo, 19 de febrero de 2012

¿Confiar no es parte del amor?

Cuando me dicen que soy una imprudente y que dejo hacer a Juan y Lu lo que quieren, yo tengo una mirada distinta. Es verdad que disfruto verlos trepar sillas y sillones, curiosear lejos de mí, subir y bajar escaleras, escalar mesas y sillas y que mi confianza parece llamar la atención de aquellos temerosos que se preocupan por sobre lo que podría pasar.

Pero creo que lejos de sentirme confiada de una manera infundada, es el resultado de un largo recorrido de “movimiento en libertad” que les ha posibilitado a Juan, Lu y a mí ser precavidos y conscientes de sus posibilidades. Cuando toman un "aparente riesgo para la mirada ajena" yo creo que han medido sus posibilidades, probado y estudiado hacerlo. Pero no lo digo como una madre que cree que sus hijos son especiales, sino después de haber tenido muchas veces miedo, de haber dudado mucho si ayudarlos o no,  de haber ubicado mis manos a veinte centímetros de distancia para que si salía mal la maniobra los pudiera atajar. He aprendido a ser respetuosa de sus decisiones motrices a fuerza de haberme asustado pero haberlos dejado con vigilancia permanente por el sólo hecho de respetar sus iniciativas. Y cuando han realizado una acción que si puede ser más peligrosa - como la vez que Lu se subió por un escalera de pintor con una solo y un año y pocos meses - yo busco ayudarlos a desandar esa acción. Mi postura es la siguiente si ya sabe realizarla, más vale que también sepa resolverla.

Reconozco también que cuando uno de mis hijos comienza alguna proeza física que otros etiquetan como riesgosa y me incitan a un posible rescate yo suelo afirmar: “Espera, espera estoy segura que lo va a poder resolver” y con orgullo siento que hasta ahora no me he equivocado. Salvo por un raspón en la nariz de Lu en una corrida donde el piso jugó una mala pasada, en este año y medio han habido muy pocos golpes, chichones, lastimaduras y frutillas y ninguno para consultar a un médico. ¿Siendo dos, no es la confirmación de que son precavidos?

No siento para nada una madre inconsciente que deja que sus hijos hagan lo que ellos quieren, pero si una madre motivadora que ellos hagan la mayoría de las cosas que pueden por si mismos. Estoy muy lejos de actuar así desde una mirada de desamor, sino de un profundo respeto y admiración. ¿Confiar a la vez que cuidar no es parte del amor?